Ya bien avanzado julio, las ciudades se vacían y los pueblos se llenan, en ese espejismo mágico que es el verano en Castilla y León. En una semana, el presidente del Gobierno dará por cerrado el curso y la política, que ha llegado más que nunca agonizante y exhausta al descanso estival, se dará (y nos dará) un respiro. Porque no hay crisis, corrupción o desastre que acabe con el verano en España.
Hubo verano, con distancia entre toallas y mascarillas, hasta aquel atroz 2020 de dura pandemia. Todo puede esperar a septiembre.
A pesar de su resistencia, pensaba Pedro Sánchez pasar su verano más oscuro en la finca de La Mareta, en Lanzarote.
Quizá porque hasta hace unos días estaba muy cerca de ser el último que disfrutaría de su residencia preferida, por ser más real que presidencial, que fue construida para el rey Hussein de Jordania y pertenece a Patrimonio Nacional.
Habrían pillado a Sánchez llorando por su Falcon por si la legislatura finalmente se le desmorona. Pero, de repente, el verano se ha vuelto más verano, y agosto no será tan duro con el presidente acorralado.
Puede que hoy pierda la última votación importante de la temporada en el Congreso. No pinta bien el conocido como pleno escoba, del que salen los diputados con chanclas. Con el anunciado “no” de Podemos, la aprobación del decreto antiapagones dependerá de Ábalos, del PP o de Vox.
No hay opción buena, así que lo mejor será que decaiga para evitar más líos a un Gobierno que, en vez de gobernar, se sostiene en el Gobierno. Qué importan los apagones en agosto, si anochece tarde. Y todos a la playa.
El PP se ha convertido en el oxígeno del sanchismo. No logra capitalizar de forma eficaz el descontento generado por la corrupción en torno a Sánchez. Feijóo nunca remata, aunque tenga el pase en línea de gol. Y las oportunidades pasan.
El contraataque socialista de los líos de Montoro en los ejecutivos de Aznar y Rajoy ha sido un duro golpe a los populares. No porque ambas tramas sean equiparables, sino porque apuntalan la idea de una corrupción sistémica que hace menos urgente un cambio de Gobierno.
A PP flaco, todo son pulgas. Y el chalet público en la sierra de la lideresa Isabel Díaz Ayuso es otra oportuna casualidad para reforzar ese retorcido discurso. Sánchez juega al empate con el PP en corrupción para desmovilizar cualquier ola de respuesta. Ha conseguido la prórroga.
Pero es verano, y en España siempre estamos a lo importante. La Policía advierte que tomar el fresco, echarse al serano en las noches de verano, puede ser ilegal. Sacar sillas y mesas a la vía pública sin permiso no está permitido. ¡Qué manía con la legalidad!, rezongan los socialistas.
Aunque esta persecución de la tertulia vespertina rural también los beneficia. Demuestra cómo la Policía (y los jueces) de este país andan empeñados en destruir la convivencia.