En la paradoja, como en botica, hay de todo. Hay paradojas infumables, y otras que son edificantes. Hay paradojas que repugnan, y existen aquellas que te reconcilian con cuanto sigue mereciendo la pena.
Hace una semana, mientras la DGT abordaba la operación salida, Santos Cerdán protagonizaba la operación entrada. Paradojas. Entraba en prisión, viene él a decirnos, porque la peña le ha cogido manía al ser “arquitecto del sanchismo”. Agarra esa mosca por el rabo.
Como existe mucho reaccionario que no aplaude con suficiente entusiasmo a Sánchez y a sus cómplices… Pues así nos va. Entre el lawfare y el fascismo desatao, los hay que no terminan de ver la inmensa “regeneración democrática” que supone ser chantajeado por el golpismo separatista. Los hay que se comen el mundo a muerdos; y los hay que se lo comen a mordidas… y después nos cobran su menú. Paradojas.
“Somos aquello que dejamos de ser”, nos propone Eugenio Ampudia, como título, en una escultura recién expuesta en el Centro Cultural de Morasverdes (Fundación María Cristina Masaveu Peterson).
Les hablaba de este proyecto cuando se inauguró en 2023.
La clásica cita atribuida a Lennon nos había enseñado que la vida es, más o menos, aquello que sucede mientras nos empeñamos en hacer otros planes. Paradoja que aglutina los constatables e imprevistos hechos, con las muy planificadas, pero hipotéticas y quizá ilusorias, expectativas. El mensaje del vallisoletano Ampudia revisa y versiona, de alguna manera, ese adagio johnlennonesco: “Somos aquello que dejamos de ser”. Paradojas sobre las que toca volver la mirada… y que en modo alguno me dejan indiferente.
Algo parecido me sucede, me sucedió desde la primera vez que ese verso llegó a mi cabeza, con aquello que escribe Cernuda con destreza: “Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien/ cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío (…)”. Maravilla. El poeta llevaba y lleva razón. La llevará siempre. Llevará siempre razón, porque aquellas palabras seguirán cobijando, de forma perenne, sentimiento veraz y no impostado. Toda libertad que merezca la pena va ligada a ciertas ataduras. Ataduras que no la menoscaban. Bien al contrario, ese alguien, esos alguienes… ensanchan, ultiman y dan auténtico sentido a la reseñada libertad. Paradojas.
Hace poco tuve que reparar en un tema inmortal como “My way”. También un canto a la libertad. También un canto a la vida. “A mí manera” es una canción con innumerables versiones, y que encierra un verso que nunca terminé de entender: “Jamás viví un amor que para mí fuera importante”. A lo largo de los años, hay amores que empiezan y acaban, que durarán más o durarán menos, que serán más fugaces o más eternos. Pero si son amores, si merecen llevar tal nombre, cómo no van a ser “importantes”.
La posible explicación sería que quien lo canta, quien lo expresa, tuviera esa presunción y, con el paso del tiempo, se acabara dando cuenta de que estaba equivocado. Eso explicaría que posteriormente señale: “Ahora sé que fui feliz: que, si lloré, también amé”. Si ésa es la interpretación, me temo que la letra no deja bien resuelto el salto entre la suposición inicial (“jamás viví un amor que para mí fuera importante”) y el balance definitivo (“que, si lloré, también amé”).
Quizá Paul Anka, como letrista, podría resolver mis dudas. Pero quizá las paradojas, a su vez, muchas veces permanecen sin respuesta, aguardan sin explicación… y persisten escondiendo su asombro. Seguiremos al habla. Incluso en silencio. Paradojas.