Desde el pasado se escribe siempre, pero en esta ocasión el tiempo transcurrido marca una diferencia esencial, porque usted habrá vivido ya la Noche de San Juan y yo no he cruzado todavía ese umbral. Aún no anochece aquí, el calor bochornoso aprieta y las escuetas horas mágicas de oscuridad nos separan. Le escribo desde una España agrietada que solo puede salvarse de la pesadilla política en los ritos, redimirse de la traición reincidente en las supersticiones, cobijarse de los desfalcos sinvergüenzas en la fe ancestral. Nos queda confiar en la palabrería de Rappel, Benita y Esperanza Gracia.
Cuando lea estos párrafos, las hogueras habrán iluminado playas; en San Pedro Manrique pisaron con ímpetu emocionado las brasas; lo malo se habrá quemado en el fuego; los apuntes de la PAU serán ceniza, y las almas lucirán puras tras un baño de luna de junio. Todos habremos anotado la larga lista de rituales como experimento más que con esperanza. Velas verdes iluminaron de sombras las casas y muchos durmieron con monedas debajo de la almohada. Se encuentra usted ante un futuro inesperado, limpio y dulce. Y le envidio.
No han faltado los conjuros en los hogares hastiados, pero desde La Moncloa y Ferraz a los suyos enviaron hoy pergaminos en vez de argumentario. El sanchismo es un régimen instrumental, y si ya fueron independentistas por conveniencia, abertzales por desmemoria, feministas de burdel y comunistas comisionistas; no pasa absolutamente nada por invocar a meigas ahora que todo se despedaza. Hay que entregarse a la santería y degollar gallinas para amarrar un día más el poder; por eso habrán visto cargos del PSOE desencajados haciendo cola en las pollerías.
Pedro Sánchez se retiró pronto anoche. Como aconseja Jabifus en redes sociales encendió una vela azul y, en un papel, escribió todo lo que quería dejar atrás (y casi llena una libreta). Quemó el papel y lanzó las cenizas por la ventana de La Moncloa. Repitió su deseo en su cabeza mientras bebía un vaso de agua con una pizca de sal. En silencio, cogió de la mano a Begoña y, juntos, tomaron un baño de canela. Poco después se acostaron con romero, lavanda y laurel bajo la almohada. Sobre aquel colchón que cambió como primera medida estrella de presidente, para no volverse de la misma condición que Rajoy el corrupto.
Esta ceremonia de sanchismo santurrón se repitió en las casas de los ministros y de los cargos de confianza de un partido en descomposición. Sin embargo, les deseo que tuvieran suerte porque, como desde aquel 7 de junio en que tomó posesión su primer gobierno, su suerte fue siempre la de España. Y aquí estamos: empeñando el futuro en conjuros y patas peludas de conejo.
Pero usted es afortunado. Me lee desde una España nueva que ha roto su maldición más persistente. ¡Qué mágico alivio! Es mi deseo para la noche de San Juan, que estoy seguro está viendo cumplido desde una mañana fresca y luminosa.