No es la primera vez que el ministro de Transportes desmonta, en un par de mensajes en redes sociales y declaraciones acaloradas ante los periodistas, la estrategia de comunicación de La Moncloa. Tampoco será la última. Óscar Puente es una fuerza descontrolada para cualquier gabinete de comunicación política, ahora que la única función de los asesores es intentar imponer un relato en lugar de comunicar las acciones y opiniones del Gobierno.
Tras el apagón, el plan de Pedro Sánchez ha sido optar por la prudencia. Como si alguna vez hubiera sido prudente el mismo presidente del Gobierno de España que, este lunes, dijo que “España y Cataluña somos países extraordinarios”, en un paso más de la escalada de destrucción del Estado constitucional de 1978 para seguir gobernando el desgobierno. Pero con el “cero energético” era mejor apostar todo al “cero información”, no fuera que al final sí tuviera algo de culpa la política energética en que los españoles hayamos evidenciado la necesidad de tener en el trastero un kit de supervivencia tras siete horas (en el mejor de los casos) a dos velas.
Una semana después del apagón, no hay explicaciones oficiales de lo que pasó. Es necesario dar tiempo a las investigaciones y al análisis de datos. Una táctica excesivamente cauta para un ejecutivo generalmente osado, que escama. Desde el punto de vista comunicativo, la argumentación no tiene un pero: esperar a conocer a fondo los detalles para no especular. Sin embargo, no creer jamás en lo que se dice es la mejor forma de acabar enseguida en cueros. No explicó nada Sánchez en sus alocuciones durante y tras el apagón, pero señaló sibilino a los operadores privados para escurrir el bulto. Hasta aquí, su arquitectura verbal, aunque frágil, todavía aguantaba. Hasta que llegó otro nuevo lunes negro, y el robo de cobre en las líneas del AVE devolvió los trenes y a sus pasajeros al caos de siete días antes. Hasta que habló Puente de lo ocurrido, calificándolo de “sabotaje”, por no reconocer que coger el tren en España se está convirtiendo en un deporte de riesgo.
Ese “sabotaje” repetido por Puente no requirió investigaciones, ni recogida de datos, ni tiempo, ni pruebas concretas. ¡A la mierda la prudencia si nos hace responsables! De ser un sabotaje a infraestructuras sensibles de España, podría ser el segundo en una semana, porque aquellas otras elaboradas pesquisas no descartan ninguna teoría. No habían llegado aún los zarandeados viajeros a destino, y el ministro ya tenía una conclusión que poco después negaban la investigación judicial, la policial y otras compañías ferroviarias afectadas, como Iryo.
Ya no sorprende que el gobierno de coalición juegue a la desinformación, aunque esta vez haya sido Puente quien derrumbó el relato prudente que llevaba una semana intentando sostener el sanchismo. Ha sido Puente quien ha saboteado a Sánchez y a sus asesores. Dejando al emperador desnudo, una vez más, ante sus contradicciones. La prudencia solo es virtud si es persistente.