Siempre había una bicicleta en la casa del pueblo de la familia. Era mucho mejor que la del resto de niños que correteaban por la plaza. Cuando se reunían todos en Navidad, nadie se atrevía a decir que la bicicleta era suya. Solo la usaban y fardaban de ella cuando iban por separado. Un día llegó alguien y dijo que era “su” bici. Y los demás se quedaron con cara de imbéciles, sin bicicleta y sin saber qué decir.

Vamos creciendo y pasan los años, tomamos conciencia de que la vida son elecciones. Elecciones y actitud, por puntualizar. Es evidente que nacemos con condiciones totalmente diferentes unos de otros, pero son las elecciones las que van marcando quién eres realmente y qué rol tomas en cada momento de tu vida. Y créeme, nadie va a decidir mejor por ti que tú mismo. Cuando aciertes, generarás confianza y seguridad; cuando te equivoques – si eres un poco listo -, irás aprendiendo y, en consecuencia, progresando. Lo importante es no olvidar los errores.

No elegir también es una elección y ahí ya no puedes echarle la culpa al resto. Asume tu incapacidad de acción y lámete las heridas si todavía puedes. Es difícil levantarse y largarte de según qué partidas porque ya estás familiarizado con quien está jugando, su ausencia de buena fe y sus coartadas. Ya conoces sus miserias y sabes manejarlas. Si eres de los que te quedas ahí, no me das ninguna pena. Las cartas están, todas. Pero a veces no sólo es una mala mano, a veces también te truncan el juego. No es malo tener miedo al cambio, lo malo es no tenerlo.

Se puede repetir un patrón o se puede romper con él. Es mucho más fácil y cómodo lo primero, pero entonces no quiero quejas y sollozos a deshora. Quédate callado y obedece. Espera sentando a que alguien venga a salvarte porque, una vez más, no eres capaz de salvarte a ti mismo. Lo complicado es trabajar, resquebrajarlo y, entonces sí, elegir libremente. Lo bueno de este camino, aún siendo más arduo y fragoso, es que puedes cambiar lo que quieras cuando no funcione. Siempre hay tiempo para hacerlo.

También puede pasar lo de la bicicleta y que te quedes con cara de tonto por lento e indeciso. O puede que no tengas muchas opciones; en este caso, decántate por la menos dramática, no sé. Nunca me he visto en esas. No eches la culpa a la suerte. La suerte a veces existe y a veces no. Y si existe y tienes una flor en el culo, también tienes que preocuparte de regarla.