Mi amiga Marta me envió una foto de su hijo disfrazado de Franco. En clase. En Barcelona. Sí. El niño luce un bigotito de rotulador negro y lleva un aguilucho pegado al bolsillo. El personaje formaba parte de una exposición -viviente- de la Guerra Civil. A primera vista, me impactó. Dudé si me sorprendía un tabú o una desactivación de un tabú. En el momento, compartimos risas y comentarios ambiguos, que son la salida de emergencia más a mano en estos casos.
Mi background es pobre, así que la primera asociación que hizo mi cabeza ante la foto fue Eurovisión 2023, actuación de Croacia. Una mezcla entre La Orquesta Mondragón, Drag Race y una joya de la publicidad argentina que se tituló ‘Padres en slip’. El cantante era un Hitler con coloretes fucsia inolvidable. Y el estribillo, largamente bailado y cantado en mi casa, decía “Mama kupila traktora”. La puesta en escena, no tan graciosa como grotesca, incluía el lanzamiento de dos misiles de porexpan. Era una sátira de la guerra pero por poco no los expulsan. En mi carpeta mental tenía también guardada una muy gorda que lio el príncipe Enrique de Inglaterra una vez que se disfrazó de nazi. Bastantes años después de disculparse, ya fuera de la Casa Real, y en un libro de memorias, cómo no, acusó a su hermano y su cuñada de estar en el ajo de aquella controvertida elección. En resumen, como sospechaba y confirmo, lo de vestirse de dictador es de dudoso gusto y poca broma. Aunque tal vez adecuado e inocuo si el contexto es, como en 5º de primaria, documental. Me pregunto, sin embargo, por el carnaval a la vuelta de la esquina.
El perfil está un poco encasillado geográficamente. En el mercado triunfan dos sets por encima del resto: dictador africano y dictador norcoreano. Muy fieles a la imagen que conocemos de Muamar el Gadafi y Kim Jong-un. Como complemento a los trajes y las pelucas, uno trae un subfusil de plástico y el otro, un misil nuclear hinchable. Vaya risas. “Souvenirs, artículos de coña”; en esa escena de ‘Top Secret’ a Omar Shariff se le emplaza “a la calle Lenin, antes Hitler” cuando él ya tiene el bigote chamuscado. El bigote, muy extendido entre los tiranos. Por suerte tenemos de antídoto a algunos actores como él o a Groucho Marx, que se lo pintaba, o a Freddy Mercury, y eso sí que tiene toda la gracia.
Los ultras del mundo occidental actual a menudo visten de traje y son indistinguibles por su aspecto. También visten de demócratas aunque no tengan intención de serlo. Si acaso llevan gorra. Muchas gorras. Gorras y gafas de sol. Y de complemento, sólo para los más atrevidos, una motosierra. También las hay de juguete, como las armas. Con apenas tres sencillos elementos se puede componer un sencillo disfraz de moda: multimillonario jugando con el orden mundial. Podemos añadir una bola del mundo plana, para un extra de diversión.