Un tuit de la Denominación de Origen prendía los titulares: “¡Se buscan!”, comenzaba el mensaje, flanqueado por sendos emojis de copas de vino y sirenas de policía.
“Tras la noche mágica de los Premios Goya 2025, han desaparecido nuestras dos botellas de Rioja Edición Centenario”, continuaba. Dos botellas “muy especiales” porque varias estrellas rutilantes las habían firmado en el evento.
Una de mis amigas más listas rápidamente acordona la zona: “Buah, eso tiene pinta de ser super marketing”. No sería la primera vez, de hecho, y rentabilidad tiene: por mucho que hubiesen patrocinado la gala, nos estamos enterando de que cumplen cien años ahora, por esta noticia.
Los investigadores revisan las cámaras para averiguar cómo y cuándo se produjo la maniobra de escapismo. Quién estuviera en su lugar, fisgando ese postparty, que igual ven al ladrón largarse con las dos magnum (botellas talla grande) bajo el gabán y ni se enteran, de la de cosas interesantes que suceden o de lo que les distrae la voz de Melody, que sigue cantando allá donde la paran.
Como giro de guion, el ‘Riojagate’ está estupendo para alargar un poquito la conversación sobre los Goya y rescatar el tema dos días después, cuando ya se han despellejado y/o celebrado los discursos valientes, los infumables, los creativos, los amorosos y los divertidos. Personalmente, sólo concibo dos categorías: los que se preparan y los que no. Ser candidato a recibir un Goya y subir ahí a decir lo primero que se te pasa por la cabeza me parece lo mismito que ir en pijama. Qué menos que elegir con cariño un puñado de palabras bien abrochadas.
Puesto que estamos en modo cine, lo ideal sería que las botellas aparecieran vacías, y que las hubieran saboreado en armonía los dos equipos que compartieron el premio final. Sobre ese plano, los créditos. Y lo lamento por los esfuerzos baldíos de los creadores con cabezas como la mía pero, en todo este thriller vinícola, el único título que me ha venido a la mente es “El robobo de la jojoya”, instalado en la neurona contigua a la de “Automóviles Gabilondo”. La memoria es cruel.
Sin desmerecer el vino, que tendrá su público, y más si está etiquetado con firmas de premiados en esta cosecha, habrán respirado con alivio los joyeros que en ocasiones así prestan sus piezas. Que sean otros, por una vez, los que sufran un extravío. El vino, lástima, no fue Ribera ni Rueda, pero de una peculiar joyería de Valladolid que ha abierto sede en Madrid, Del Páramo Vintage, salieron algunas de las sensacionales reliquias vistas sobre la piel de actrices y presentadoras. Joyas gran reserva que suponemos a estas horas a buen recaudo.