Toda la vida hubo esnobs, pero no tantos como desde que las empresas de publicidad tratan de ejercer su impacto en todos los ámbitos, incluido el urbanismo. Es muy “chic” emplear anglicismos y palabrejas. Los publicistas conocen bien el paño, porque el esnobismo es contagioso como la gripe de cada invierno. De lo esnob nace la tortilla de patatas desestructurada o la esencia de espuma al aroma de torrezno de Soria. Esperemos que 'Xpande Burgos' sea mucho más que las pedanterías mil que han llegado a la alta cocina. No debe quedarse en una panna cotta de garbanzos y foie, que para gabrieles los de Maruja en su cocido maragato de Castrillo de los Polvazares.

Cristina Ayala, alcaldesa de Burgos, es una soñadora. Hace muy bien, que “toda la vida es sueño” como ya escribió Calderón de la Barca. La alcaldesa acaba de presentar 'Xpande Burgos', un gran proyecto urbanístico para adaptar el casco histórico a las necesidades actuales y futuras de la ciudad. No nace en paz el proyecto, ni exento de críticas, como nada en España que se ha instalado en la disputa como estilo de vida.

No es pequeño ese órdago “ayaliano”, que quiere dedicar al peatón un gran espacio con nuevas plazas y jardines, en las que retozarán los niños y gastarán suela de zapato los burgaleses y turistas. Incluso contempla la construcción de un gran túnel que permita desplazamientos desde el norte de la ciudad cidiana y acceso a varios aparcamientos.

Piense doña Cristina, que los alcaldes que recuerda la historia son los que fueron urbanistas, incluso si cayeron en pecado de faraonismo. Pecado venial comparado con el de codicia que coloniza la “res publica”.  Los regidores que gastaron los dineros del erario en festejos, conciertos y otras gaitas o bandurrias, quedaron solo para coplas manriqueñas. Pasaron la vida y su bastón de mando no fue más que verduras de la eras, paramentos, bordaduras y cimeras.

Ayala, al acicalar su peinado ha visto en su espejo a Gallardón.  Se vio transfigurada en don Alberto, pero sin gafas de opositor a la judicatura. El madrileño, aún con enorme costo,  logró una red de túneles bajo la M-30 que es la mayor en soterramientos urbanos de toda Europa. Gastó lo que no estaba en los escritos, pues  durará la pella a Madrid hasta 2040. Ruiz Gallardón endeudó a la Villa y Corte con gabela tan larga como la moderna hipoteca joven, eufemismo de la banca que califica de juventud a lo que es perpetuidad.

Heredó Cristina Ayala una ciudad que ya resolvió el desvío del trazado del ferrocarril.  Partes del “xpande” ya estaba expandido. Donde antes hubiera traviesas y muros, luce ahora el bulevar ferroviario que cose aquella ciudad antes partida en dos.

Urbanista quiere ser el actual alcalde de Valladolid, con su proyecto de soterramiento del ferrocarril. Para que la ciudad del Pisuerga se “xpanda”, es necesario un consenso institucional que por ahora no se vislumbra. Estamos de nuevo en la “Controversia de Valladolid”.  En vez de Juan Ginés de Sepulveda y Bartolomé de las Casas, peroran el ministro Puente y el alcalde Carnero.   

El alcalde vallisoletano sostiene que el soterramiento es viable. El ministro Puente lo descarta: por inviable. Alcaldesa Ayala, en todos los sitios hay chup-chup y cuecen habas. He citado a usted en alguna de estas columnitas. Soy un vallisoletano burgalesista, que moja en café con leche los tiernos roscos dulces de San Lesmes. Reclamo pues mi mordida. No pido un gran chalet en La Castellana. Me conformo con un par de huevos fritos y morcilla en Landa. Por su sitio y con puntillas.