Morir joven, si no eres Larra o una estrella del rock, es un oxímoron. Si tus días y tus noches no están llenos de excesos... Si eres una universitaria descubriendo la vida y el mundo, no hay forma de explicarlo racionalmente. Blanca lo era, por eso es tan difícil ponerle palabras a esta certeza de que se puede morir a los veintidós años. Por eso la gente se quedaba muda al llegar a dar el pésame a los padres, por eso y porque hemos esquinado tanto la muerte que ya nadie sabe cómo desenvolverse. Me fijaba ayer en el funeral, la gente hacía cola y al llegar a los padres se quedaba muda y sólo sabían poner gesto compungido y abrazarlos como si no entendieran que el pésame no es más que ese abrazo, un "te acompaño en el sentimiento" que no hace falta verbalizar porque es una obviedad. Pero hace tanto que no entendemos lo obvio...
Y entonces una legión de gente joven, apenas críos, amigos de Blanca, de sus hermanos, donde mirases, tantos que no cabían en la iglesia. Hay gente que a esa edad no ha empezado a vivir, ni siquiera parece entender de qué va esto y otros, por el contrario, son capaces de dejar una pena honda hasta en los que no los conocieron y lágrimas en los ojos de los amigos y una sonrisa cuando, después, ya en grupos, pronuncia su nombre.
A Blanca no la conocí. Conozco a su hermana Inés, que es amiga de la mía. Pero a una chica muerta, a un cadáver hermoso, no hay Dios que la explique ni artículo que la despida.
Y yo pensando que a los críos se les había escondido la muerte, que las consultas de los psicólogos echan humo porque nadie les ha enseñado ni la muerte, ni tampoco la vida y sus mierdas y sus contrariedades y yo que no suelo equivocarme... qué equivocado estaba.
"Mi hermana no podía morirse de una forma normal, no... Ella en Tailandia y saliendo en todos los periódicos", decía Inés. Hay toda una generación que entiende la vida sin que se la hayan explicado, que cree en Dios porque en Dios se cree irracionalmente hasta que te encuentras lo de ayer y entonces le das la razón a San Agustín y a Dios se puede llegar también por la razón: Una familia arropada, una iglesia desbordada, unos hermanos más adultos que cualquiera de los tipos que llenan titulares y salen por televisión, una marea de gente, un silencio espeso y doliente. Sus padres estaban enteros y eso no lo imprime la carrera militar, sino la constatación de que tu hija es capaz de colmar un sábado de enero y sobre todo de haber vivido como para llenar una vida y una iglesia.
No se puede morir a los veintidós años y dejar un cadáver hermoso y una legión de amigos sonriendo entre el dolor. O por lo visto sí.