Existe, al menos, una oportunidad para que Carlos Martínez construya un liderazgo en el PSOE de Castilla y León. El nuevo secretario general de las primarias al gusto sanchista, las de lista única y proclamación según los deseos de Ferraz, representará desde Soria a "todas las Sorias" en una comunidad escasa de identidad autonómica y sobrada de localismos presuntuosos. Este ha sido su mantra en las intervenciones públicas y durante las primeras entrevistas de una nueva etapa que ansía el "rearme" del PSOE en la comunidad, pero no del socialismo.
Martínez tiene claro que (aunque quisiera) mientras Pedro Sánchez y su concepción utilitaria de la política sigan amarrados a La Moncloa, no hay opción posible para volver a llenar al PSOE de un socialismo de mayorías, centrista, de Estado y conciliador. De aquello solo quedan, y resquebrajadas, las siglas. La única alternativa para conseguir ese rearme en Castilla y León es replicar el cuestionable modelo sanchista de aglutinar puntuales intereses comunes en lugar del bien común. Más aún con el tiempo apretado mientras se barrunta un adelanto electoral de autonómicas en algún momento de este 2025.
No sabría valorar si una Castilla y León hecha de remiendos y de facturas pendientes según cada territorio es una estrategia exitosa para ganar unas elecciones. Si la suma de provincias no da Castilla y León, no sabría decir si de la suma de provincialismos minoritarios resulta el Colegio de la Asunción.
La apuesta no es nueva, ya lo intentaron en el último par de convocatorias la UPL, Por Ávila, Soria ¡Ya! y las franquicias de la España Vaciada con éxito tan fugaz como desigual, tanto en número de votos como en la intención final de formar un bloque de partidos territoriales frente a los supuestos autonomistas. Aquel bloque se deshizo en cuanto comenzó la primera subasta de autovías y hospitales con el PP a cambio de apoyos para aprobar presupuestos.
Es desde hace tiempo también la baza de otro socialista, el alcalde de León, José Luis Díez, para morder al leonesismo llenando de incoherencias cualquier proyecto autonómico. Porque, aunque la coherencia no sea necesaria en la política actual, resulta complicado hacer encajar las aspiraciones (y las cuentas) para los agravios de Ávila, Burgos, León (y El Bierzo), Palencia, Salamanca, Segovia, Soria y Zamora en lucha perpetua contra un presunto Valladolid siempre centralista, avaro y opulento.
Hay una oportunidad para Carlos Martínez liderando un PSOE vaciado, aparentando que la apuesta por los ofendidos y olvidados es transversal y está alejada del sanchismo revanchista en declive. Aunque en esencia sea sanchismo en estado puro. Eso sí, deberá dejar bien guardado el papamóvil en el granero y la escobilla en el baño. "No me voy a mudar a Valladolid", espetó como mérito para esta política que perdió al mismo tiempo practicidad y eficacia. Igual que hablan en gallego en el Congreso de los Diputados para pagar traductor y repartir pinganillos en las bancadas.
Martínez tiene una bala; a Tudanca ya no le quedaban. El problema de hacer política en Castilla y León desde la periferia es el mismo que ha tenido Pedro Sánchez para hacer política en España desde las esquinas. Al doblarse por los intereses, ni siquiera coinciden las puntas.