No pensaba escribir, ni pronunciar una sola palabra acerca de Igea, procurador en las Cortes de la Castilla y León. Realmente siempre he creído que no había por dónde coger todo lo que éste señor cuenta. Cuando lo que alguien dice o cuenta no casa con sus acciones es difícil abordar la respuesta. Siempre he pensado que Igea se basa en argumentos que desde el punto de vista teórico quedan muy bien, pero que su acción es bien distinta. Sus enunciados épicos en casi todo lo que aborda deben de ser los que firmemente se cree, pero la realidad de su acción es bien distinta. No me gusta nada la gente que permanentemente está pontificando en todo y lo que hace no se corresponde con el discurso.

Esta semana ha vuelto a ser noticia porque ha perdido el sueldo que le estaban pagando las Cortes como portavoz del Grupo Mixto, que compartía con el procurador de Podemos, Pablo Fernández. Partiendo de la base de que no tenía mucha lógica que el puesto de portavoz en este grupo lo compartieran los representantes de dos partidos, pero lo cierto es que a veces se aceptan situaciones un tanto disparatadas en el seno de los parlamentos. También hemos visto como en el Congreso los partidos mayoritarios han aceptado que se constituyeran grupos parlamentarios cuando se ha tratado de favorecer a los partidos nacionalistas, con la única finalidad de poder sumar sus votos para sacar adelante las iniciativas de los primeros.

El señor Igea pactó con el PP un gobierno en julio de 2019 y se convirtió en vicepresidente del mismo, y desde que aquella legislatura terminó no para de contarnos lo mal presidente que es Mañueco. Creo que ya no le falta nada que llamarle e insultarle. Actualmente incluso está escribiendo un panegírico en el que cuenta su obra y milagros, habría mucho que decir de todo lo que él cuenta, pero ya no merece la pena. Habla de todo el mundo, tiene para todos. Lo que no sabe se lo inventa. La descripción de los hechos la ha acomodado a su esquema mental para que todo coincida con su relato épico.

Como vicepresidente del gobierno de Castilla y León tomó decisiones durante la pandemia que estaban bastante alejadas de la realidad de la Comunidad y que en nada beneficiaron ni a la economía, ni a la mejor marcha de las decisiones que en materia sanitaria se adoptaron. Por otra parte, incumplía las normas que estaban en vigor y celebraba reuniones en su chalé de Boecillo, mientras que todos nos estábamos quietos en nuestras casas. El resultado de su gestión fue que nos convertimos en una de las Comunidades que ocupamos las primeras posiciones en el número de fallecidos.

Claro que todo esto sucedía mientras que el presidente de la Junta de Castilla y León permitía que se tomaran las decisiones que un vicepresidente adoptaba con un claro desconocimiento de la realidad de los pueblos y ciudades de esta Comunidad. Una Comunidad con 94.000 km2, en la que el medio rural es el espacio predominante y se cerró todo, las ciudades y los pueblos también, sin fijar la diferenciación que hubiera sido posible establecer de una manera absolutamente lógica.

Y ahora después de que su partido Ciudadanos ha desaparecido, creo que en buena medida también por la existencia de personas como el propio Igea, quiere seguir cobrando un sueldo qué si ya era anómalo por lo que acabo de comentar, lo es aún más por pretender percibirlo en representación de una formación política que además le ha expulsado de sus filas.

Si su dedicación a la política es tan altruista como tantas veces ha predicado este señor, no entiendo porque ahora se lamenta de dejar de percibir este salario. Puede continuar desempeñando su labor en las Cortes. No ha perdido su condición de procurador, y sigue teniendo derecho a participar en el debate político en el Parlamento.

Igea se ha dedicado todo el tiempo, desde que apareció en la escena política de Castilla y León a presentarse como la renovación, la regeneración de la política de esta Comunidad. Creo que nada de lo que ha traído o realizado ha supuesto ninguna innovación, más bien todo lo contrario. Ha venido a perpetuar las situaciones que llevaban mucho tiempo instaladas en nuestro paisaje político, todas sus propuestas de regeneración, de cambio en tantos asuntos con los que se le llenó la boca se han mantenido y en muchas otras han empeorado.

La historia de este señor es una historia más de un político oportunista, que llegó en un momento en el que el partido al que pertenecía tuvo en sus manos una oportunidad histórica de cambiar el rumbo de la política en España y la perdió, porque su líder Albert Rivera, no tenía sentido de Estado, como tampoco el señor Igea ha tenido sentido de Comunidad.