Como buen padre de familia me he asegurado de garantizar la mejor educación posible para mis dos hijos. Por eso después de analizar todas las opciones hemos decidido matricularles en un instituto bilingüe. Nuestra generación no aprendió a hablar inglés y ahora, gracias a la llegada de este método tan acertado, nuestros hijos podrán recorrer el mundo sin necesidad de llevar un diccionario en la mano. Los días en la escuela son fantásticos ya que no solo tienen clases de inglés sino que además algunas de las asignaturas como ciencias o tecnología son también bilingües.

Gracias a esto, mis niños tendrán un vocabulario muy fluido para poder hablar de cualquier tema que pueda salir en una conversación. Es hasta gracioso. El otro día el pequeño no sabía lo que era la córnea ni dónde estaba, pero sí sabía cómo se decía en inglés. ¡Qué maravilla! Este va a llegar lejos, lo presiento, es un crack. Y que más da si tenemos que reducir horas de otras asignaturas para poder llevar a cabo nuestro maravilloso plan bilingüe, no pasa nada. Total, la lengua o las matemáticas ya tienen muchas horas lectivas y si no lo aprenden hoy pues lo aprenderán el próximo año, o el siguiente. Pero lo verdaderamente importante, el inglés, sí lo van a dominar.  Me encanta cuando los veo trabajar, es una delicia para los sentidos. Ya estudian en inglés. Si les viese su abuela, ¡qué orgullosa estaría!

Es una pena que algunos de los compañeros de mis hijos hayan tenido que cambiar de instituto porque no podían con el idioma o porque se les atravesaban algunas asignaturas bilingües.

No lo entiendo porque desde el centro ponen un montón de facilidades. El que no llega puede hacer el examen en español y si lo tiene perfecto puede sacar hasta un seis.  ¡No sé qué más quieren! No entiendo a esos padres que han renunciado a este fantástico método y han vuelto a los centros tradicionales, con el inglés sólo como una asignatura más . Ni a los centros que lo cortan cuando acaba la educación primaria ¡ si en secundaria es cuando entran más en harina! Anda que no voy a disfrutar cuando mis hijos vengan hablando de ecuaciones o de fórmulas químicas en inglés . ¡Vamos a ser la envidia y el referente del barrio!

Algunos padres decían, los más ignorantes, que lo profesores no estaban preparados para impartir las clases en inglés. Que si habían tenido poco tiempo para formarse, que si no estaban a la altura, que si la pronunciación y la gramática eran malas.

Yo desde luego estuve un día en una clase, y lo hablaban de maravilla. Allí estaba impertérrito, sin enterarme de nada y disfrutando del idioma fluyendo entre ellos. Fue excepcional.

Y cuando escuché a mis niños decir algunas frases, casi se me saltan las lágrimas.

El verano pasado fuimos unos días a Londres con los niños y yo me dije, esta es la mía. En cuanto podía les ponía a hablar con algún foráneo o dependiente para verlos cómo se manejaban.

La verdad es que no vi que se entendieran mucho, pero yo me di cuenta rápido de por qué pasaba eso.

Aquellos dependientes no eran nativos ingleses y no dominaban para nada el idioma, por eso mis niños no les entendían.

¡Ay madre!, qué mala suerte tuvieron esas personas. Porque si hubieran gozado en su época de estudiantes de un sistema bilingüe como el nuestro otro gallo les cantaría.