Todos los años terminan igual: balance económico, político, grandes éxitos musicales del año…. Los medios de comunicación reflejan todo lo que acontece. Desde un punto de vista profesional, con cualquiera que hables te comenta que parece que se acaba el mundo y que todos quieren cerrar todo como si no hubiera un mañana y esto es siempre igual, todos los años la misma cantinela. A nivel personal los buenos propósitos inundan nuestras aspiraciones: ir al gimnasio, retomar el inglés, avanzar en aquellos proyectos que tienes en marcha. Me gustaría traeros mi propia reflexión de estos últimos días del año por si os resulta de utilidad.

He comenzado a releer un libro que siempre es actual “El Arte de Recomenzar” de Flavio Rosini, y que os recomiendo siempre que queráis parar el tiempo y pensar. Nos explica Rosini que la vida es caos, que no podemos controlarla, que nada de lo que suponga dirigir la vida es posible: “…. La realidad no nos obedece. Nos incorporamos siempre con la carrera comenzada…. Uno se encuentra ante la realidad y el único camino inteligente es acogerla. Ahora me toca dar un ejemplo usado miles de veces: el mejor cocinero no es el que dispone de los ingredientes para hacer el plato que pretende, sino el que abre la nevera y se inventa algo sorprendente aprovechando lo que allí encuentra. Ese es el verdadero arte. Acoger las situaciones, secundar la marcha de las cosas, valorar el verso de la vida. No remar a contracorriente...”

Nos empeñamos en intentar controlar lo que sucede a nuestro alrededor y la realidad es que no podemos decidir ni transformar el resto de la realidad que genera el comportamiento de las personas que nos rodean. Ellas tienen sus propios intereses y sus motivaciones. Y que amplio es el proceso de conformación del perfil de cada uno de nosotros: nuestra genética, nuestra infancia, los condicionantes ambientales… Podemos interactuar con todas las personas que nos vamos encontrando en la vida y coincidir en expectativas en determinados momentos, pero la vida fluye y suceden tantas cosas que no podemos pilotar, que tenemos que ser conscientes de ello cada vez que algo se nos vuelve en contra y no nos gusta.

Me encontraba en estas Navidades con un amigo que vive en México y que circunstancialmente vino a España. Me di cuenta de que tenemos muchas cosas en común y que ni el tiempo ni el espacio marcan la sintonía. A veces estas en la misma frecuencia y no hay nada que te adelante que esto puede ocurrir. Ni siquiera el parentesco ayuda, estos días que coincidimos con tantos familiares nos damos cuenta que en muchos casos hay kilómetros de distancia, a pesar de aparentar tanta proximidad. 

 La realidad te demuestra también que cuánto mas dura se pone más aprendes. No se aprende nada del éxito, solo se aprende cuando te caes y tienes que volver a levantarte. Cuando te levantas vuelves a sentir la fortaleza que te da la superación. Podría equiparase a lo que experimentas después de una sesión de ejercicio físico en la que has liberado dopamina y te sientes fenomenal.

Dice Rosini, que necesitamos un motivo para recomenzar a caminar y “que el motivo esta escrito por la gracia dentro de mi alma. Sé que no puedo tirarme a la basura, que no me puedo desperdiciar...” Me parece hermosa esta reflexión, internamente sabemos que hay un motivo par volver a empezar, que nuestra vida tiene sentido y esto me recuerda a la reflexión de Victor Frankl en “El hombre en busca de sentido” y que desde su estancia en un campo de concentración nazi refiere como siempre hay alguien que te necesita, como los presos judíos pensaban en sus familiares y en la esperanza del reencuentro para darle un sentido a sus vidas. Siempre hay alguien por quien cobra sentido tu vida. Alguien que te necesita y con quien quieres estar. Solo por eso tu vida cobra todo el sentido.

Otro de los temas de análisis de Rosini, es el de fijar las prioridades y darle espacio a las cosas importantes en tu vida, y pone un ejemplo muy bueno que es el de preparar una maleta para un viaje. Si lo piensas bien pondrás en ella las cosas importantes y necesarias. Si la haces al tuntún entrara poca ropa y para cerrarla quizá te tengas que poner encima de ella. Deberíamos de hacer esto mismo con nuestra existencia: primero se tienen en cuenta las cosas importantes y luego en su orden, las cosas secundarias.

Es fundamental distinguir las prioridades de las emergencias porque estas ultimas son ansiosas, dictatoriales, desordenantes, aprensivas. Quien decide por miedo se equivoca siempre. Quien vive de emergencias no construye nada. Llega el fin de la jornada o el fin de la vida y solo ha sobrevivido.

Sin prioridades no se construye nada. Cuando vives conforme a tus prioridades, tienes una identidad, sabes a que decir que si y a que no, como en la analogía de la maleta, que no debes meter en ella porque se come el espacio y no te sirve para nada, porque no lo vas a usar.

Ahora bien, que difícil es llevar a nuestro día a día este pensamiento reflexivo porque nos encontramos permanentemente asaltados por las emergencias, por las miserias humanas en las que nos preocupamos por asuntos banales, intrascendentes. A veces la ira nos arrastra por enfados simplemente cuando conducimos el coche, o se nos cuela alguien en la cola de la compra, o en la vez para pedir algo en un bar o en un restaurante. Cosas intrascendentes que ocupan nuestra vida pequeña.

Trascender a estos sentimientos y ocuparnos de lo importante y de lo prioritario debería ser nuestro propósito para el 2024. No dejarnos llevar por las emergencias diarias, ponerle el poso y el sentido profundo a cada día de nuestra existencia para sentirnos llenos, para colmar nuestras aspiraciones de vida interior, que es la que en definitiva nos hace personas y cobramos todo el sentido en nuestra existencia porque estaremos viviendo con los demás y dejando en ellos la huella que buscamos.

Queridos lectores y amigos ya en esta columna de opinión, os deseo desde lo más profundo de mi alma que tengáis un FELIZ 2024.