Hace ya muchos miles de años un tal Jesús les dijo a sus discípulos “no tengáis miedo” y los lanzó a la predicación que llevan haciendo 2000 años. De esto, algunos creen y otros hablan de fábula, pero hace relativamente poco tiempo, seguro que conocido por todos, vivió un tal Juan Pablo II que hizo de su pontificado un lema, “no tengáis miedo” y supuso no sólo un resurgir de la Iglesia, sino que tuvo un efecto político histórico con la caída del muro de Berlín y el fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; es decir, la frasecita es válida en todos los aspectos de la vida y de una fuerza inusitada.

Siempre he sostenido que el miedo paraliza, limita, impide la acción y que es el arma de los mediocres o sinvergüenzas para evitar que actúes, que tenemos que tener claro que matarnos no nos matarán, no tienen valor para ello, ni es tan fácil; lesionarnos es doloroso, pero pasa; te marca, pero ellos quedan marcados y arruinarte es algo que hacemos todos por nosotros mismos y que tenerles miedo sólo acelera el proceso.

La izquierda ha gobernado más en España en el tiempo democrático moderno por faltarles el miedo, porque no se amilan, se empoderan y amedrentan a la derecha que se convierte en “maricomplejines” o, mejor dicho, en cobardes de primera. Si a esa falta de miedo le unes la falta de vergüenza y escrúpulos que alguno ha sido capaz de desarrollar en esta última legislatura, no dudes que harán todo lo que esté en su mano, y en la tuya también, para seguir gobernando.

Entre tanto, PP y VOX perdiendo el tiempo en que si azul o verde, en no querer asumir que no hay extrema derecha, sino centro derecha y derecha democrática, que no existen cobardes y valientes, sino aquellos que defienden los valores clásicos que defendió el PP hasta Rajoy y los que, con una estructura superpotente, diversifican su discurso, ni uno es mejor o peor que el otro, son lo mismo desde distintas perspectivas y no deben de tener miedo en recordar y afirmar que VOX es una excisión del PP ante la traición, o sentimiento de ello, que supuso Rajoy a los principios rectores de la derecha democrática. Si en esta ocasión no son capaces de aunar esfuerzos, de retomar el camino que para la derecha marcó Aznar y eliminan del poder el Sanchismo y todo lo que él supone, si no devuelven al pueblo el control sobre los políticos con la reconstrucción de los controles democráticos, si no recuperan los valores unificadores, si no vencen estas próximas elecciones de forma contundente, la desafección de la derecha será absoluta y la exigencia de que uno y otro partido desaparezcan será un clamor.

En las filas del PP deben de recordar a alguno de sus dirigentes que, en política, dos más dos no son cuatro y que con uno que falte para gobernar es como si hubieras perdido y que da igual perder por un solo voto que por mil, el resultado es el mismo, que si los ciudadanos han decidido que VOX sea clave para la gobernabilidad, tienen que asumirlo con gallardía y que VOX no puede ser el pepito grillo o engreírse cual cabo de la legión para con un par de escaños quiera o impongan sillones y sillones encubiertos en pamplinas.

La derecha democrática debe suavizar sus discursos sin perder la contundencia en la defensa de los principios, tiene la obligación de ilusionar a la población con un futuro mejor no exento de sacrificios, ni de esfuerzos, pero sí generando libertades y derechos reales y no de plexiglás o multipintureros carentes de sentido como hace la izquierda generando con ello todo tipo de divisiones, crispaciones y diferencias que dicen pretender eliminar.

Debemos de aprender a transmitir que luchar por determinado modelo de España no supone eliminar los derechos de nadie, sino reconocer los de todos, que se pueden alcanzar los derechos recorriendo distintos caminos, resultando que, al final, su consecución, puede ser más sólida y real por un camino que por otro, por más que este último resulte más efectista, fatuo o visualmente más atractivo.

Hay que construir una España en la que el esfuerzo, la capacidad y el trabajo sean monedas que coticen más alto que la foto, las redes, el cuerpo y la banalidad, que queramos construir un país de investigadores, de estudio, de energía, de industria y de valor añadido, en lugar de un país de vagos, cerveceros, cuerpazos y dinero fácil.

Aún queda tiempo, aún se puede, aún es posible que el centro derecha y la derecha dejen de hacer el memo y se coordinen, trabajen y ahonden en lo que les une y no en lo que les distancia y luchen contra el enemigo común que no es otro que el Sanchismo. Si no lo hacen, los ciudadanos se lo demandaremos y les exigiremos responsabilidades, pues será evidente que lo que querían eran servirse y no servir.

¡Ya está bien y no tengáis miedo!