Desde la aparición de Yolanda Díaz en la política nacional, y muy especialmente desde su nombramiento como número tres del gobierno Sanchezstein, he seguido su trayectoria política, por no decir su trayectoria personal, y he de confesar que no me ha defraudado. Verán ustedes por qué.

Miembro de la parte del Gobierno que no controla SuperSánchez, y designada a dedo por Pablo Iglesias, primero como ministra y después como vicepresidenta segunda del Gobierno, se ha dedicado, a la chita callando a su promoción personal y a la plataforma política que bajo el título de “Sumar” anunció hace tiempo, difundiendo un vídeo promocional a partir del 1 de julio del pasado año y paseó por media España para terminar presentando oficialmente su plataforma en un abarrotado polideportivo Magariños en Madrid, en un acto público, el pasado día 2, acto formalmente abierto a todas las fuerzas de izquierdas, pero al que no asistieron los líderes de Unidas Podemos por no haber accedido la vicepresidenta Díaz a firmar un documento en el que aceptaba unas primarias abiertas en las próximas elecciones generales, algo razonable teniendo en cuenta que Yolanda Díaz no controla el aparato de la extrema izquierda que está en manos de Unidas Podemos.

Cuando uno hurga un poco en la vida política de Yolanda, y lee lo que sobre ella han dicho de palabra y por escrito los que en algún momento fueron sus compañeros de viaje, parece que la palabra traición es la que mejor define su trayectoria política. Y si alguien lo duda que lea o escuche lo que de ella opinan personajes como el nacionalista Xosé Manuel Bieiras, o lo que hizo, o más bien deshizo con la formación política gallega podemita en la que militaba. Como premio, Iglesias se la impuso a SuperSanchez como ministra, y cuando él decidió salir de gobierno la promocionó al puesto que él dejaba libre, pensando que la seguiría controlando desde fuera del Gobierno.

Pero tan pronto como se produjo su ascenso, he de confesar que me llamó la atención su incapacidad para explicar en una comparecencia de prensa en qué consistía esa renovada figura de los “fijos discontinuos”, en la que se incluían los parados de toda la vida que ocasionalmente tenían algún contrato temporal por breve que fuera, con lo cual aparecían estos “nuevos fijos” al tiempo que disminuían, al menos nominalmente, los parados, algo que calificó oportunamente Núñez Feijóo de maquillaje. Al final ante su incapacidad para explicarlo tuvo que pedir al ministro Escrivá que lo explicara él.

También sorprendió su visita al papa Francisco con un amplio séquito, viaje del que el propio presimiente se enteró pocos días antes, y que urdió con la impresentable embajadora Celáa y la complicidad de algún amigo en el aparato vaticano, recibiendo un tratamiento que no recibieron otros responsables políticos de más alto nivel. Pero de este viaje hablé en su momento y no me voy a repetir.

Desde entonces, sus diferencias con las dos ministras podemitas es evidente, en temas importantes como la guerra de Ucrania, la Ley del “solo sí es sí”, la postura sobre la Casa Real o el Poder Judicial y otras muchas leyes pendientes. Y es que, la vicepresidenta, quiere reproducir como hiciera Almunia hace 25 años, el intento de agrupar a todas las fuerzas situadas a su izquierda, asumiendo ella el liderazgo de esta plataforma en primera persona. Fruto de aquel intento fue la pérdida de un millón de votos socialistas y 800.000 de Izquierda Unida, y Aznar logró la mayoría absoluta (186 escaños).

No obstante, Yolanda Díaz insiste y dejó claro que, como ha dicho recientemente, no necesita tutelas.