Sílvia Clemente con su hijo Rafael

Sílvia Clemente con su hijo Rafael

Comienza la Semana Santa con este Domingo de Ramos, muchos ya han hecho las maletas y se marchan de vacaciones como siempre se ha hecho en estas fechas. Hemos recuperado la tan ansiada normalidad que ya  se disfrutó el año pasado y que durante dos años estuvo suspendida por la pandemia.

A pesar de la inflación y de la subida de la cesta de la compra volvemos a poder salir de vacaciones y esa es una fantástica noticia. También hay mucha gente que prefiere vivir la Semana Santa en sus ciudades de residencia como cofrades o como cristianos que participan en las procesiones y en los oficios religiosos.

España es un país en el que sigue predominando la religión católica y los cristianos somos la población mayoritaria.

LA HISTORIA DE JESÚS

Leía estos días el libro de Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger que realiza un análisis historiográfico muy interesante y concienzudo de la vida de Jesús desde que entró en Jerusalén viniendo desde Galilea en una subida ascendente en peregrinación.

Jesús se puso en camino junto con los Doce y poco a poco se fue uniendo a ellos un grupo creciente de peregrinos. En el último tramo del recorrido un mendigo ciego le pide ver y Jesús le contesta que su fe le ha curado.

Relata Ratzinger como Jesús entra en Jerusalén montado en un borrico prestado que inmediatamente después devolverá a su dueño…. Cuando llevan el borrico a Jesús, ocurre algo inesperado: los discípulos echan sus mantos encima del borrico, echar estos mantos tiene sentido en la realeza de Israel. Cortan ramas de los arboles y gritan “Hosana, bendito el que viene en nombre del señor.”

En Jerusalén habían oído hablar del profeta que venía de Nazaret, pero no parecía tener ninguna relevancia para Jerusalén, no era conocido.

En esta doble noticia para Jerusalén, entre la indiferencia y la inquietud, hay una alusión a la tragedia de la ciudad que Jesús había anunciado repetidamente.

CRISTIANISMO EN JERUSALÉN

Me parece francamente interesante el estudio que realiza Ratzinger en este libro a partir de las referencias histórica que existen, y con un análisis hermeneútico de los diferentes textos que se acercan a la historia de Jesús.

Recuerdo cuando visité Jerusalén en Semana Santa y te encuentras ante la paradoja que supone para el cristianismo estar en el lugar en el que Jesús llegó y vivió la Pasión y para los habitantes de esta ciudad que son fundamentalmente judíos no representan nada estos hechos, ni estos días.  Para los cristianos Jesús es el Mesías, esperábamos su llegada. Para los judíos no lo es, por lo tanto, no representa la llegada del Mesías, cuya llegada aún esperan.

Para los cristianos, Jesús vino al mundo y sufrió su Pasión en Jerusalén, donde fue crucificado y resucitó y para los judíos no, solo es un profeta, que no cumplió lo que para ellos significaba ser el mesías.

Realmente supone una gran contradicción recorrer la Vía Dolorosa por las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén, por donde discurrió el Vía Crucis y como cristiano sentir lo que la religión nos ha transmitido y sentirlo en directo, pero saber que para los habitantes de esta ciudad no significa nada.

Comprobar allí cómo los diferentes cristianos de todo el mundo viven la Pasión de Cristo y se turnan en la gestión de los diferentes lugares religiosos: La iglesia de Getsemaní situada en el Monte de los Olivos, donde Jesús rezó la noche en que fue arrestado, la iglesia del Santo Sepulcro dónde Jesús fue crucificado….

No había reflexionado sobre esta cuestión hasta que me encontré en Jerusalén y en este momento creo que es muy oportuno traerlo a esta reflexión.

Incluso desde la diferencia en los matices en todos las religiones hay un Dios en el que creer. Para los cristianos nuestro Dios que envió a Jesús a la tierra y sufrió su pasión, crucifixión y resurrección, moviendo a miles de cofrades y de fieles en estas fechas desde la convicción de que Dios es nuestra meta y que la fe en ÉL nos hace mejores.