En mi cotidiano ejercicio de percibir el mundo a través de las hojas de mi balcón, de asomarme a la realidad en la que me veo inmerso, sigo insistiendo en que lo que todos los días veo, percibo, es la VIDA, siento su pálpito. La de cada uno, cada cual en distintas intensidades y rodeada de miles de circunstancias. Son éstas las que, en muchas ocasiones, diluyen, camuflan, opacan el verdadero sentido del vivir.

Ocurre que lo fundamental se oculta. En este percibir la realidad, caemos en la trampa de considerar lo importante, lo que vemos, las apariencias, y perdemos la perspectiva de lo más radical para el ser humano, que es su vivir, su existencia. Cada uno hacemos la nuestra con la máxima responsabilidad, porque es la mayor riqueza del mundo.

Y en este punto de percepción del mundo que me rodea, como un observador de lo que acontece, llevo unos días fijándome en un hecho puntual, políticamente rentable, que está ocupando hojas de periódicos, minutos de radio y horas de televisión.

Sin ánimo de convertir esta reflexión en una crónica política, me refiero a la polémica sobre los protocolos sanitarios a las mujeres gestantes de Castilla y León, lo que se ha llamado "protocolo por la vida". La discusión se ha centrado en un "toma y daca" entre políticos mal avenidos y un sinfín de corifeos que aplauden a unos u otros según su "visceral" entender.

La cuestión es que, en este afán por descubrir la verdad de las cosas, he querido desentrañar la raíz del problema y en ningún momento me he tropezado en todas estas interesadas discusiones con lo que yo pienso que son sus dos polos de atención, que confluyen en una única realidad: LA VIDA.

Una madre que gesta una vida, y una vida en las entrañas de su madre que se está desarrollando. Hagan un esfuerzo por recordar todas las discusiones, protocolos, requerimientos...etc, y en ningún caso se habla a la vez de los dos implicados en el problema. Triste realidad.

Se ha hablado de libertad, de derechos. Se ha protestado por si se imponía o no una serie de pautas de comportamiento. Se ha utilizado para dar "zascas" políticos buscando réditos electorales, pero en ningún caso ha salido a relucir el concepto VIDA.

Y me he convencido de que lo que interesa es sobre-vivir, cada uno con lo que más le conviene sin preocuparse por lo que ello conlleva en nuestra responsabilidad. Vivir por encima de lo importante como un avión sobrevuela los paisajes. Sobrevolamos los problemas. Estamos en una sociedad en la que "pisar tierra", enfrascarse en la realidad y comprometerse con ella, reflexionar sobre nuestra mayor y más preciado bien, no es lo común. Mal podremos organizarla si no hemos reflexionado previamente sobre cuál es el valor de esta, porque la vida es un valor en sí misma.

Esta reflexión en torno a la necesidad de dedicar algunos minutos al día o a la semana para detener el tiempo y reflexionar sobre todo lo que nos acontece, y sobre todo de nuestro bien mayor, no es lo común. Esta idea me ha saltado en mi pensamiento a raíz de un hecho para mi sorpresivo.

En un conocido programa televisivo, el presentador, al hilo de una conversación con la invitada por la presentación de un libro de autoayuda, preguntaba al público cuántos de ellos hacían meditación como si fuera una actividad extraña o poco habitual en la vida del hombre. Al margen de las connotaciones orientales que la pregunta tenía, me vino a la mente la posibilidad de preguntar: ¿cuántos hacéis unos minutos de reflexión? Estoy seguro de que, lamentablemente, la respuesta habría sido tan escasa como la de la meditación.

Y este es el problema. Se afrontan discusiones, se toman decisiones, se habla, se opina, sin una reflexión previa. Porque todos los que en este debate han tomado partido en una u otra dirección se les ha olvidado detenerse un momento a pensar cuál era lo importante. Y se han olvidado de la VIDA, la de la madre gestante y la del niño gestado y han empezado a hablar, opinar y legislar para mantener su posición ante un tema tan delicado como el del aborto y el de la maternidad.

En definitiva, el problema es LA VIDA. Por eso deberemos reflexionar cómo entendemos ese valor inmenso para poder luego tomar las decisiones correctas.