Resulta sorprendente que, cuando consecuencia de la pandemia se ha demostrado la ineficacia e inoperancia de las Comunidades Autónomas, ha quedado de manifiesto que, salvo honrosas excepciones, la sanidad funcionaba mejor en el antiguo territorio insalud que en los nidos de corrupción y nepotismo en los que se han convertido la dispersión administrativa y, fundamentalmente, la dispersión de gestión y legislativa, nuestros políticos autodenominados progresistas se extremicen y pretendan una deriva federalista e incluso secesionista.

El progreso, evidentemente, no pasa por la dispersión, sino por la unificación solvente de la gestión y una legislación estructurada y sólida, mientras que la desconexión se observa y demuestra empíricamente conduce a un caos corrupto, para el que los que lo defienden han de desmontar toda la legislación generada ad hoc y facilitar su tránsito.

El anuncio ya antigüo de “el algodón no engaña” es aplicable al momento presente, en el que el presunto ámbito de la corrupción fascista fue el que construyó toda la legislación anticorrupción que en la actualidad comienza su desmantelamiento por el presunto ámbito de la ética y el progreso socialista.

Aplicamos el algodón y es evidente que los mayores casos de corrupción política, desde el inicio de la democracia al presente, han sido protagonizados por el PSOE y la extrema izquierda radical desde el denominado caso filesa, pasando por Roldán, los ERES, etc.

Es igualmente indiscutible que, cada vez que ha gobernado el PSOE, se han destruido o minimizado los controles constitucionales al poder, es decir, se ha empobrecido la calidad democrática, comenzando por la modificación de la Ley de Consejo General del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional, la declaración de fallecimiento de Montesquieu (de Alfonoso Guerra) hasta el presente con la jibarización del INE, CNMV, Consejo de Estado, etc hasta el intento de alterar la fórmula constitucional de designación de los magistrados del Tribunal Constitucional y del CGPJ, a la par de que se intenta eliminar el control judicial de las leyes, de la actuación del ejecutivo y, por tanto, del Estado de Derecho, con el alegato de que los jueces son fascistas o de derechas y no pueden controlar la decisión popular, no pueden aplicar la Ley a los que se auto proclaman voluntad del pueblo.

Si continuamos aplicando el algodón, no es discutible que toda la legislación anticorrupción, desde el endurecimiento del código penal, la ley de transparencia, etc, fue construída por la derecha, a la que se le aplicó de forma implacable (como debe de ser).

Lo que realmente ha sido un problema, y no se puede someter a discusión, por lo evidente del mismo, es que frente al empobrecimiento democrático de la izquierda, los gobiernos de la derecha no han sido capaces de revertir la situación y regenerar la vida pública intentando aprovechar la situación en una visión cortoplacista y pacata, así como, provocando la situación presente.

Cuando un partido político de la nueva era se erige con la bandera, exigida por la ciudadanía, de la regeneración democrática, debiera de acreditar una coherencia interna de control del poder del aparato, de verificación democrática de su funcionamiento y no, como ha sucedido en todos estos “new age”, hipermodernos, superjóvenes, ultra derecha, izquierda y/o centro que, según se han aposentado sus líderes, han producido sucesivos cambios de estatutos para solidificar sus posiciones, eliminar los controles, etc, con lo que la decepción será temprana y/o al menos la prevención estará más que lógica y oportuna.

El ciudadano hastiado de la farsa política, del postureo del gobierno que con el descaro más insostenible ataca a los jueces, critica a la oposición, fractura el proceso democrático y pretende una nueva transición de la democracia al totalitarismo más descarnado, así como del insufrible actuar de una oposición más preocupada de su imagen, de las encuestas y de las formas que de una actuación conjunta, sólida, solvente y eficaz frente a la deriva dictatorial del gobierno, dará un golpe encima de la mesa y mostrará su cansancio más pronto que tarde.

¡Ya está bien! ya es hora de seriedad, vergüenza, trabajo, honradez y transparencia, acabando con esta forma y modo de actuar de TODOS.