Como canción pegadiza que no eres capaz de desprenderte de ella, me he despertado dando vueltas a la última frase de la última página que en el último minuto leí ayer, antes de entrar, como habitualmente se dice, en manos de Morfeo. Vamos, en quedarme plácidamente dormido. Digo plácidamente, aunque no es tan cierto, porque ha estado toda la noche la frase rondando en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez como melodía pegadiza imposible de prescindir de ella. Y, obsesionado, es lo primero que se me ha venido a la cabeza nada más despertarme. Miro tras los cristales de ese balcón de la vida como observatorio de la existencia y ahí estaba también la frase hecha realidad. Un ir y venir de seres, hombres y mujeres, niños y ancianos que surcan la existencia en múltiples direcciones. Vidas paralelas unas, oblicuas otras, perpendiculares los más y todos en distintas direcciones se cruzan en la calle en ráfagas de futuro. Ahí está la frase: «Hay que considerar no de dónde viene la gente, sino hacia dónde va» (Carta a Lucio). Séneca hecho realidad. Y en esto, la pregunta: ¿a dónde van? Es un ir y venir que marea a quien, queriéndose fijar en todos y en cada uno de los que surcan estas direcciones y querer responder a las inquietantes trayectorias de vida que abordan, no hace más que marearse. Son demasiadas curiosidades para responder. Busco respuestas y solo hay preguntas. Quieres encontrar una posibilidad de verdad y nada aparece. Imposibilidad manifiesta de verdades ocultas ¿A dónde van? ¿Será posible que estén surcando trayectorias de vida en una dirección que no se sabe a dónde va?

Tendrá razón Séneca. Sí, posiblemente sea una reflexión acertada para poder juzgar acerca de la vida de los hombres, la de cada uno, la que vivimos como lo radical y único que tenemos: ¿sabemos exactamente a dónde? Mal andaremos en la existencia si no sabemos de dónde venimos, al fin y al cabo volver a veces la cabeza nos puede dar una pista de cuál ha sido nuestro recorrido; pero no saber a dónde vamos puede ser un error que cometemos siempre y cuando rompemos nuestra existencia anodina y nos echamos a la calle de la vida sin ese rumbo interior marcando nuestros pasos.

Desorden de existencia y vacío. Vida en dirección a la nada. Pasos de vagabundo. Pero lo cierto es que es difícil saber a dónde vamos, máxime si tenemos en cuenta que en este mapa de la vida aparecen múltiples posibles caminos, posibilidad de existencia futura. Por eso se hace necesario entablar un diálogo interior previo a comenzar ese camino hacia alguna parte. Reflexión en la que empezaremos planteándonos las preguntas: ¿qué es lo que quiero?, ¿qué objetivo me estoy proponiendo?, ¿hacia dónde quiero encaminar mis pasos?

Determinada la dirección debemos poner en marcha la brújula de la reflexión y otear caminos de existencia que puedan llegar a este objetivo. Mas no queda la duda resuelta, ni la acción facilitada. Necesitamos hacer algo que también Séneca decía y Descartes lo planteó bien en esas Reglas para la dirección del espíritu, auténtico método de consecución de verdades, y que no es otro que pensar que si pretendemos llegar a un determinado lugar y se presentan una infinitud de posibilidades, toma un camino, no estés trasteando con todos y ninguno con profundidad porque será vagar y no avanzar. Toma el camino, empecínate con él, porque pronto o tarde saldrás del bosque y la claridad de la campiña aparece ante ti como futuro deseado.

No es fácil, lo sabemos. Pero peor es emprender la marcha sin un rumbo más o menos marcado. La vida, las circunstancias, ya se encargarán de marearte ante las múltiples opciones de despiste que te ofrece este mundo. Este, en el que te mueves, en el que nos movemos, es un haz de circunstancias facilitadoras de la nada.  Hay constantes voces de sirena que atraen tu existencia a una ficción de vanidades. Marca tu rumbo, interioriza tu propuesta y ponte en marcha. No dudes, no te dejes embaucar por lo sonidos alegres y los cantos de los que quieren atraerte para sus fauces devoradoras. Resiste ante la atracción de las sirenas y piensa que nada ni nadie te dará lo que puedas conseguir por tus propios medios. Planifica bien tu camino y, ante la duda, la razón. Confía en ella y déjala actuar con ese sentido común.

Fácil tarea parece, pero, sin duda, también esto parece vanidad, porque al final nos queda la inseguridad de un futuro incierto. Nos creemos conocedores de nuestros pasos y lo que está por ver es incierto. Pero abandonarnos también a la incertidumbre nos hace acomodarnos en la vagancia. Y si caemos en la pereza, otros planificarán nuestra vida y seremos meras marionetas de los que saben conquistar futuros. Tienen medios, modos y maneras. Saben usar y retorcer el lenguaje para que no te des cuenta de que lo que tú haces, ellos ya lo han previsto. Te hacen sentir autosuficiente, dueño de tus actos, previsor de tu futuro, cuando ellos ya han delimitado tu camino. Te van poniendo barreras y adoctrinando. Es un síntoma de la decadencia de ser humano y su cultura. Por eso es necesario despertar, abandonar la comodidad y hacernos nuevamente dueños de nosotros mismos, aunque eso conlleve andar en la dirección contraria.