Al margen de una película de los años 70 con ese título, la frase del titular se corresponde también con el espacio que cerraba por la noche las emisiones de TVE. Y en el cierre de esas emisiones era cuando se suponía que el alma debería serenarse.

Viene esto a colación porque a uno se le “serenó el alma” en la tarde de ayer, cuando arrancaba el concurso de cortes en el coso del Paseo de Zorrilla. Fue un encuentro sin buscarlo. Y mira por donde hubo una conversación con Pablo Alonso, rematada con mano tendida de por medio.

Dice mi amigo Gonzalo Santonja: “las cosas que tienen solución hay que solucionarlas”. Y en eso estamos. Siempre fui por derecho a lo largo de mi vida, y los tropiezos que he podido tener han surgido por defender mi dignidad profesional y humana, o la de alguien de mi entorno. Siempre, siempre, intenté mantener la calma y no alterarme cuando se producía la sinrazón.

Pero en esta ocasión que me ocupa, salté como un resorte y me lie a escribir  con cierto desorden, sin pensar que podía herir la sensibilidad con adjetivos calificativos que no eran los más apropiados. Y estos calificativos fueron directos a Pablo Alonso, el director de la plaza de toros de Valladolid. De esto hace ahora un año.

A estas alturas de mi vida, pretendo agradar y corresponder con mis artículos o reportajes a todo ser humano que me plazca. Eso me hace feliz, y si puedo hacer felices a los demás por qué no hacerlo. “La verdadera felicidad consiste en hacer el bien”, frase de Aristóteles que yo sigo al pie de la letra.

Así que, dicho y escrito esto, el asunto entre Pablo Alonso y un servidor queda zanjado. Siento haber sido tan ligero de pluma en aquellos momentos. Quiero seguir acudiendo al coso pucelano otros 35 años más de la forma en que lo he venido haciendo: saludando y sonriendo a todo el mundo. Incluyendo a Pablo Alonso. Con la humildad y la carencia de rencor el alma se serena…