Hace unos días, en una puesta en común con unas personas responsables de una organización, surgió la palabra “libertad” como pieza clave de uno de los enfoques que allí se defendían. En esta distendida conversación me preguntaron ¿por qué te preocupa tanto la libertad?

Debo confesaros que inicialmente me sorprendió la pregunta e incluso me cogió “fuera de juego”, pues no era consciente de que la libertad del hombre pudiera ser tan importante para mí como para mencionarla en varias ocasiones. Mi reacción ante pregunta tan directa tuvo que ser rápida y contesté: porque hoy la libertad está amenazada.  Dicho así parece extremadamente exagerado cuando parece que no se dan condicionantes visibles que amenacen su supervivencia. Pero cuando empezamos a analizar día a día, paso a paso, cuánto de libre es el hombre de hoy, me ratifico en esa amenaza.

Para entender esto hay que situarnos dentro del mundo en el que vivimos y observar qué capacidad tiene el hombre, en sus distintas modalidades y edades, de actuar, de decidir y de pensar con libertad.

No entro ahora en el tradicional debate de si existe la libertad o las libertades, solo me reafirmo en que es uno de los mayores bienes que puede tener el hombre.

Siguiendo a Ricardo Yepes Stork pienso que “Es una de las notas definitorias de la persona. Permite al hombre alcanzar su máxima grandeza pero también su mayor degradación. Es quizás su don más valioso porque empapa y define todo su actuar. El hombre es libre desde lo más profundo de su ser. Por eso los hombres modernos han identificado el ejercicio de la libertad con la realización de la persona: se trata de un derecho y de un ideal al que no podemos ni queremos renunciar. No se concibe que se pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad”

Y es aquí, con estos presupuestos, donde la reflexión sobre la amenaza de la libertad cobra sentido. Analizo el  mundo en el que vivimos y en el que debemos desarrollar nuestra libertad y chocan en mí ciertas realidades. El ejercicio de la libertad requiere contar con información veraz de lo que son las cosas, de lo que pasa y ocurre en nuestro entorno. Sin embargo, estamos  en una sociedad  en la que la verdad no es un valor necesario en la vida del hombre. Hoy prima la postverdad que es una  distorsión deliberada de una realidad.

Si cuando los medios de comunicación sirven a intereses económicos concretos o a ideologías determinadas y nos cuentan una realidad deformada; si los políticos y gobernantes nos distorsionan datos, hechos y  situaciones deliberadamente para que los ciudadanos vean la realidad como ellos quieren que la veamos; si nuestros gustos, opiniones, deseos están en manos de los llamados “influences” que nos teledirigen los sentimientos, las apetencias, las voluntades, mal puede el hombre ejercitarse en la libertad.

Si cuando el adoctrinamiento en las aulas es un objetivo de colectivos interesados en formar “pensadores de la nada”, cuyas ideas han sido machaconamente vertidas en su intelecto para modelar su pensamiento al antojo de unos pocos, mal podremos concluir que sus ideas son producto de una reflexión libre.

Si además las convicciones, creencias, opiniones, e incluso los valores más importantes para el hombre, como puede ser la vida, la libertad, etc., son productos de una machacona repetición de “eslóganes” que los llamados “grupos de presión” vierten a la sociedad, más se pone en duda la capacidad del hombre en construirse a sí mismo en libertad.

Todas estas manipulaciones se ven agravadas actualmente por estrategias comunicativas de poderosa repercusión social.  No se plantean opiniones e ideas para que el ciudadano contraste y pueda elegir, solo las enfrentan demonizando  a los disidentes, a los que no son “de su cuerda” mostrándoles como contrarios al "progreso social". Esta estrategia es uno de los métodos más agresivos para manipular silenciosamente al ciudadano y controlar su libertad.  Alardean de que no te dicen qué tienes que hacer o qué tienes que pensar, pero te obligan a ir tomando posición en tu vida diaria presionado inconscientemente con dos instrumentos que van bloqueando la posible oposición de aquel que se muestra “díscolo”. 

El primero es de introducir en el sujeto pasivo una concepción maniquea de que las cosas o son buenas o malas, no hay término medio. Y en segundo lugar se construye un enemigo. De esta manera, y en aras del "progresismo" se presentan ideas, creencias y opiniones, actitudes y comportamientos como buenos frente a otros malos que impiden avanzar en la conquista de supuestos e inventados derechos.  Elaborada y vertida cuan "lluvia fina" la ideología, se construye un enemigo capaz de aglutinar voluntades.  Es constatable históricamente que las sociedades se unen más intensamente cuando aparece ante ellas "un enemigo". Frente adversidades naturales, invasiones, ataques a creencias religiosas, etc., los hombres suelen dejar a un lado sus diferencias para unirse y luchar contra ese problema. 

Pues bien, en esta sociedad, el crítico, disidente, el que no acepta la opinión de esa "mayoría", no solo es malo, sino que además es “enemigo” del progreso, de la sociedad y objeto, por lo tanto, de exclusión. Ya no tiene derecho a nada, es una amenaza para los demás y hay que combatir sus ideas con cualquier medio al alcance de la mano.

Se les señalará como los “malos" para ser  identificados y luego como "enemigos"   para ser excluidos. El objetivo está cumplido. Las estrategias han dado su fruto.  Se ha conseguido manipular ideas, creencias, opiniones y emociones con el fin de influir en la opinión pública.

En todo esto solo falta una “pizca” de sal para poder tragarlo con mayor agrado y un poco de anestesia. Nos hacen creernos libres pensando pensando que nuestros valores, opiniones e ideas son fruto de nuestra personal reflexión. Ingenuos de nosotros nos creemos "condenados a ser libres" cuando realmente estamos "condenados a creernos libres".   Aquí está el mayor grado de amenaza a la libertad del hombre, en vivir una ensoñación y no despertar de esa manipulación consentida.  Por eso, siguiendo la afirmación de Yepes Stork, "si no se concibe que se pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad", quien está realmente amenazado es el hombre.