Es costumbre en nuestro lenguaje coloquial recurrir a refranes o dichos populares para expresar pensamientos, ideas o valoraciones acerca de cuestiones que nos afectan en la vida diaria. Una de esas expresiones comunes que se dicen cuando alguien hace las cosas sin un orden lógico o lo altera incoherentemente es la de “empezar la casa por el tejado”.  Pues bien, una canción con este título, “La casa por el tejado”, de Fito &Fitipaldis me ha servido para repasar la vida y asomarme a ella desde mi balcón. Percibo hechos, acontecimientos, acciones y personas que parecen seguir al pie de la letra el título de la canción y  hacer todo al revés. Siguiendo la canción, el primero que me pongo en el punto de mira soy yo mismo, pues al comparar lo que yo haría a lo que hacen, lo que yo pienso a lo que piensan otros, lo que yo veo a lo que ven otros, me siento “raro, no digo diferente, digo raro”. Y es que entre la rareza y la diferencia hay una importante distinción. Asumimos la diferencia porque enriquece y manifiesta una separación entre iguales. Lo poco común es sentirse raro, porque hace referencia a lo infrecuente o escaso en la forma de ser o pensar. Y cuando chocas con la marea social que va en una dirección distinta, te preguntas una y mil veces ¿cómo es posible que el sentido común no les  haga ver que van por caminos equivocados? Y ante la insistencia en la defensa de sus postulados, cuando ves que justifican hoy  con “populistas” argumentos lo que negaron ayer, cuando cambian de opinión como de camisa y nada altera su gesto facial, cuando salen a justificar lo que antes condenaban y además echan la culpa de todo “al empedrado”, me sigo preguntando con Fito & Fitipaldis: Ya no sé si el mundo está al revés, o soy yo el que está cabeza abajo. Pero lo cierto es que reviso el acontecer de lo que ocurre y empiezo a estar desorientado:  lo que antes era defender a unos desvalidos, ahora es “real politique”; los que antes convocaban huelgas generales al menor problema ahora prefieren tener la chequera llena y la boca cerrada; aferrarse a la poltrona con sueldo fijo y niñera incorporada lo llaman hacer política. Preocupado por esta desorientación y en aras de encontrar la posición más saludable he querido hacer un ejercicio de “nivel”. Es decir, cuan albañil en la construcción del edificio de mis ideas, he tirado la “plomada” para poder establecer la “verticalidad” en la percepción de mundo que me rodea y he aplicado los “niveles” para determinar y corregir la horizontalidad. A pesar de este serio ejercicio de equilibrio mental, me está costando un ímprobo esfuerzo  superar esta sensación de “encontrarme cabeza abajo o de ver el mundo al revés”. He hecho varios ejercicios mentales para comprender la situación y al final he llegado a la conclusión de que, siguiendo a Descartes, es mejor decidirse por un solo camino que no estar dando mil vueltas a las cosas. Así, como hacen los pilotos en sus competiciones de acrobacia aérea, he colocado un “señuelo”, una cinta, que me indicará en todo momento si la máquina está en una posición o en otra.  He tomado la recomendación de Séneca a Lucio (Carta a Lucio) en la que, en su afán de comprender al hombre, le indica que “Hay que considerar no de dónde viene la gente, sino hacia dónde va». Efectivamente, mal andaríamos si no supiéramos o no nos preguntáramos a veces de dónde venimos como un ejercicio aclaratorio de nuestro recorrido vital, pero no saber a dónde vamos o qué es lo que pretendemos puede ser un error garrafal. Por eso, examinar qué es lo que quiere la gente, cuál es su objetivo, qué se propone, hacia dónde encamina sus pasos, puede ser ese gran “señuelo” que permita nivelar mi existencia y comprender en qué situación me encuentro.

A pesar de todo, a pesar de este serio ejercicio intelectual, sigo desorientado. Debo confesarles que la letra de la canción sigue vigente en mi pensamiento y en mi vida “Raro, no digo diferente, digo raro. Ya no sé si el mundo está al revés, o soy yo el que está cabeza abajo. Y surgen en mí la duda de si el problema va a ser que, por más que me empeñe en comprender la situación de este mundo analizando hacía dónde vamos, es que no hay dirección que explique el caos. Cada mañana las cosas cambian y cada minuto se da una explicación distinta. El utilitarismo, el interés personal, el oportunismo marcan  la dirección y así no hay quien comprenda nada. La casa se sigue empezando por el tejado.