“Las cartas boca arriba” y “Lo demás es silencio”, son dos títulos de Gabriel Celaya, poeta por libre, santo y seña de la “poesía social” antifranquista, que definen lo  que se espera en el debate final de esta noche entre los tres candidatos a la presidencia de la Junta de Castilla y León que cuentan con grupo parlamentario, requisito éste que determina la participación de Francisco Igea por Ciudadanos, destinado a un papel secundario, Luis Tudanca y Alfonso Fernández Mañueco, primeros espadas  que necesariamente tienen que poner sus cartas boca arriba porque lo demás será silencio, silencio irreparable, y a los que sería deseable que sus asesores de imagen no caracterizaran como en el primer debate:  aquel de bucanero y  este de momia, unos pasados con el rímel y otros con el maquillaje.

“Cantemos como quien respira”, decía Celaya, y “hablemos de lo que cada día nos ocupa”, convencido el poeta  de que a la poesía le conviene el barro de la vida, guion muy recomendable para Tudanca y Mañueco, que en el primer debate,  anodino  y  tedioso hasta decir basta,  olvidaron las cuestiones que a diario nos ocupan, y preocupan, al común de los castellanos y leoneses, agobiados por la evidencia de que esto, no es que vaya mal, sino catastróficamente. Porque sufrimos el azote de una despoblación hasta el presente sólo afrontada con parches palabreros. De hecho, hace tiempo que apenas doy con amigos o conocidos  cuyos hijos  hayan  encontrado futuro en la Comunidad.

El fuerte del PP, y en consecuencia de Mañueco, es la economía, con el modelo madrileño de referente, modelo de éxito tumbativo. Su fuerte y el punto débil de Tudanca, cuyas cartas ganadoras son de otra índole. Contra lo que tozudamente predica la izquierda, bajar impuestos, lejos de ser reaccionario, es progresista. No agota a la clase media,  libera recursos para la inversión, estimula el consumo interno y, en definitiva, fomenta la riqueza. Lo de “las paguitas” puede ser un mal necesario, pero pasajero y muy controlado.  El reto está en crear trabajo, no en criar limosneros. 

Acabar con el impuesto de sucesiones y donaciones entre familiares directos, que en Castilla y León estaba por las nubes, estableciendo una bonificación del noventa y nueve por ciento, en consonancia con Madrid, Andalucía, Galicia, Cantabria, Extremadura o Murcia,  fue una medida de justicia social, aprobada en Cortes el pasado 28 de abril con años de retraso que causaron muchísimo daño. Y por esa vara tendrían que medirse muchos ayuntamientos, también los del PP, con tasas abusivas y trabas administrativas que acabarían con la paciencia del santo Job. Ahora mal, abordar  asuntos de economía, presupuestos o fiscalidad con voluntad de ser entendido se da de patadas con un despliegue mortecino y resabiado de cifras menores y porcentajes incomprensibles, zancadillas mentales para la audiencia.

Sobre todo eso, y sobre otras cuestiones importantes, se pasó de largo  en un primer debate para olvidar. Para qué abordar los temas conflictivos, mejor nos perdemos en menudencias, como la de si gobierno fue mío o tuyo o de Rita la cantaora, bagatela que únicamente interesó a Igea, cuyo  género es el de las nimiedades y  menudencias con alboroto y egocentrismo. Tudanca sabe debatir y Mañueco tiene argumentos.   

Así pues, esta noche es la ocasión idónea para poner boca arriba todas las cartas de la baraja.  Lo demás será silencio, “the rest is silence” que escribió Shakespeare, pero el silencio de la derrota tras derrochar la ocasión decisiva de la campaña. Puede ganar uno u otro o incluso perder ambos, resultado que se reflejaría en  la abstención. Y que sería, como dicen en México, “el más  pior de los más malos”. Acabo por donde comencé, por la poesía social antifranquista, pasando de Gabriel Celaya a Blas de Otero: “Pido/ la paz/ y la palabra”. La tienen y los escuchamos.