La paga de 400 euros a los jóvenes del mago Pedro Sánchez ha desinflado un poco el globo optimista de ‘Casado for President que la derecha llevaba hinchando desde septiembre y que soltó al viento durante la convención de Valencia.
Tiene razón Pérez-Reverte cuando denomina a Sánchez killer de la política. Es, en efecto, un animal político, un depredador de instinto extraordinario que no solo aniquila a quien se le pone por delante sin despeinarse la sonrisa, sino que, además, tiene cogidas las sobaqueras a un buen número de votantes.
Mis hijos cavilan ya qué van a hacer con esa pasta inopinada: uno baraja incrementar su rimero desquiciado de videojuegos mientras su hermana sueña exóticos destinos para un próximo viaje. Entre tanto, mudo y estupefacto, escuchando en la mesa su conversación cruzada, uno conviene en silencio en que ese fácil despilfarro saldrá a la postre de mi bolsillo y de los del resto de sufridos pagadores de impuestos. I shit myself in the milk!

Populismo y demagogia

Las malas hierbas del populismo y la demagogia arraigan en variados huertos. Ningún padre medianamente sensato en una familia con dificultades económicas incurriría en tales derroches. Sin embargo, lo que vale para la familia no sirve a menudo para un país.
Uno tiene la sensación de que la gestión pública en España está atestada de excesos, de que la maquinaria del Estado es garrafal para lo que los ciudadanos reciben a cambio, de que, salvo excepciones, se gestionan mal los recursos, de que se crean demasiados puestos públicos innecesarios para amiguetes y correligionarios de los partidos...
Claro que la obligación del político es conseguir el voto del ciudadano cueste lo que cueste. Y no repara en prendas: los 400 euros de Sánchez, las orgías navideñas de Abel Caballero, el aeropuerto fantasma de Castellón, las soluciones energéticas o de vivienda de Podemos, el Espanya ens roba de Pere Aragonès… Ejemplo de demagogia descarada son las declaraciones que se atribuyen a Alfonso Rus, ex alcalde de Xátiva y ex presidente de la Diputación valenciana: "Yo les dije que llevaría la playa a Xátiva y me votaron, los muy burros".

Crazy y stupid

El Brexit fue ejemplo también de demagogia grotesca, sustentado en argumentos que apelaban a las tripas de los votantes, como la inmigración, o sobre dudosos estudios que auguraban inverosímiles beneficios económicos con la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Con los problemas actuales de falta de conductores de camiones y otros, mi amigo B.F. se tira de los pelos y no desaprovecha ocasión para tildar a su primer ministro, Boris Johnson, de crazy y stupid. Después de haberlo votado, claro.
A Vargas Llosa le han caído chuzos de punta por decir que los ciudadanos a veces votan mal. Basta con echar una ojeada superficial a la historia para darse cuenta de que no dice ninguna tontería. Ahí está la victoria electoral del Partido Nacionalsocialista Alemán en julio de 1932. ¿Alguien puede negar que los alemanes votaron mal entonces? Todos sabemos lo que vino después.
Por tanto, el quid no está en los políticos que venden humo en beneficio propio, sino sobre todo en los ‘burros’ insensatos que les compran tan irracionales propuestas. Pero así es la democracia.