Es Sexo

¿Prefieres el látex a la seda? ¿Sueñas con tu vecina a escondidas de tu marido? ¿Te gustan más los besos o los mordiscos? En definitiva: ¿Eres un curioso sexual y quieres descubrir nuevas dimensiones del placer? 

Soy unisex

Soy unisex

Soy unisex

Hace algunos años me pasó algo maravilloso: perdí la vergüenza. Fue entonces cuando empecé, entre otras cosas, a entrar en los baños de caballeros. Y no lo hago para verles en paños menores, o sin paño alguno, en tales circunstancias eso no despierta en mí ningún interés, sino para evitar las colas infinitas de los baños de las señoras.

Las mujeres nos pasamos la vida puestas en fila, con un número de papel en la mano. En el súper, en la farmacia, en el banco, en el médico. ¿Quién es la última?, nos preguntamos unas a otras con cara de acelga. Y así, día tras día. Y cuando tenemos que ir al servicio, pues también. ¿Y por qué? Porque a ningún arquitecto, ni de los antiguos ni de los modernos, se les ha ocurrido que las señoras necesitamos el doble de inodoros que los señores por obvias razones biológicas y ergonómicas. Ahí está el machismo, agazapado incluso en la planificación sanitaria de los espacios públicos.

Aunque algo hemos avanzado: no debemos olvidar que antes, los tocadores para damas no existían ni en los cafés, ni en los teatros, ni en las universidades. No estaban contemplados. Una mujer podía salir de casa sólo el tiempo que le aguantara la vejiga. Para qué más. Quizá de ahí provenga aquella expresión tan femenina y tan vulgar de “Ay, que me meo” que ha llegado hasta nuestros días sin perder su vigencia. Antes por que no había dónde y ahora porque no hay manera.

Pero el tema de la toilette, en lo que a los géneros se refiere, sigue trayendo cola. Bill de Blasio, alcalde de Nueva York, acaba de firmar una ley que obliga a que los servicios de un solo ocupante sean unisex y se identifiquen de esa manera. Además el Ayuntamiento de la ciudad ha iniciado su primera campaña de educación a la ciudadanía para que las personas utilicen los aseos correspondientes al género con el que se sientan identificados. Y este tampoco es un asunto baladí. ¿Por qué, por poner un ejemplo, una transexual mujer ha de verse obligada a ir al baño de caballeros? ¿Cuánto tardaremos todavía en entender que no son los genitales los que determinan el género, sino el sentir de cada cual?

En Ciudad de México, una de las ciudades más machistas y homófobas del mundo, han tenido que diferenciar los vagones del metro en rosas y azules para evitar el acoso. Qué triste. La división por géneros es siempre el síntoma de la derrota de la educación, del respeto, de las buenas maneras, de la igualdad entre unos y otros. Así es que yo no soy nada. O más bien soy lo que quiero ser, según me convenga. A veces una mujer. Otras un hombre. Por eso voy al baño que me da la gana.

Soy unisex.