Opinión

Anclados en los tiempos difíciles de Dickens

La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, entrevistada en Salvados.

La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, entrevistada en Salvados. laSexta

Estamos rozando el primer cuarto del siglo XXI, en la llamada revolución 4.0, y aún así, hay personas, partidos políticos e incluso organizaciones sindicales que siguen ancladas en el siglo XIX. Oyéndoles hablar, uno se retrotrae a Coketown, durante la (primera) revolución industrial convertido en un personaje de Tiempos difíciles de Charles Dickens.

Por suerte para la humanidad y por la constancia de la clase trabajadora el mundo ha cambiado algo y a mejor. Claramente con el esfuerzo y la reivindicación y también con el diálogo y la búsqueda de acuerdos. En la actualidad hay muchos avances en la cogestión. Aunque queda recorrido para alcanzar la utopía. Y tanto el capital como la mano de obra saben que se necesitan mutuamente. Sin embargo, la última palabra la tiene el capital, pues con la globalización y el cálculo de costes, las inversiones casi siempre se pueden ir a otro lado.

Declaraciones de la ministra Belarra llamando “capitalista despiadado” al empresario Roig nada favorecen a la estabilidad que busca el dinero para invertir. Que el partido de Sánchez, por medio de su portavoz pida “prudencia verbal”, tiene su aquel. Ya que el propio Pedro, no hace mucho, arremetía contra los poderes oscuros. Claro que el presidente no personificaba. Este sutil matiz debe ser la diferencia que marca la mesura.

El Sr. Roig patina al afirmar que los empresarios son los que generan riqueza. Es cierto que tienen la idea y arriesgan su dinero. Sin embargo, sin los trabajadores no podrían generarla. Como he dicho, ambos se necesitan. Es una simbiosis, ambas partes ganan, aunque alguna más.

Es el Estado, si funciona y gestiona bien, quien distribuye esa riqueza, a través de la actuación del gobierno.

Eso no quita para que los empresarios sean reconocidos por su labor y criticados por sus excesos. Lo mismo que con el gobierno.

Sin embargo, la ministra yerra al elegir su diana. Las empresas de distribución, algunas cooperativas, tratan peor a sus trabajadores. En el caso concreto de Mercadona, algo hará bien, pues tras salir de la nada ya tiene el 25% del mismo. Y es la empresa que más paga a sus trabajadores en el sector de la gran distribución. Es de suponer que también les exige. Nadie da duros a cuatro pesetas.

La secretaria general de Podemos también se olvida que su gobierno debido a la inflación lleva 33.000 millones de beneficio extra a costa del IVA. Coincidiendo en año electoral, el reparto de esa riqueza se ha convertido en una compra de votos, como hacían antaño los caciques. Además de un derroche sin sentido. No podemos olvidar la deuda que tenemos y que pagaran nuestros nietos.

Quienes piensan que hoy España es la ciudad imaginaria de Dickens, debieran profundizar en la complejidad del sistema. En ecología como en economía hay muchas similitudes, ambas estudian sistemas. Y a veces ciertas intervenciones son un desastre. Como la suelta de visones y coipús de las granjas. El destrozo medioambiental ha sido tal que casi hace desaparecer a una especia autóctona y derivar recursos escasos que necesitaban la protección de otras en riesgo.

Hay en día muchas empresas cotizan en bolsa y todas acuden a los bancos para financiarse. Parece que algunos se creen que el dinero está en las cajas fuertes para que el Tío Gilito se bañe, como en los tebeos del pato Donald que leímos de críos. Ese dinero son los pocos ahorros de muchos trabajadores, que buscan no perderlos y piden rentabilidad. Para ello compran unas pocas acciones o los colocan en fondos de inversión, o planes de pensiones, con los que las empresas se financian.

Algunos de esos fondos compran empresas, las trocean, eliminan lo que no es rentable y venden el resto al mejor postor. Se puede dar la casualidad de que esos trabajadores que pedían más a sus ahorros, con ellos los han mandado la semana entera al sol y a verlas venir.

Esos préstamos para ayuda a la competitividad financian máquinas que aumentan la productividad y eliminan puestos de trabajo.

La solución tampoco es la banca pública. Las antiguas cajas de ahorro eran casi eso, y ya vimos como al entrar los políticos en su gestión la que liaron. Permitiendo préstamos hipotecarios del 110 %, cobrando suculentas dietas y barra libre de tarjetas.

Todo pasa por una educación económica-financiera de la población, incluido el gobierno, visto lo visto. Un conocimiento del complejo sistema en el que vivimos. El cual no está cerrado en nuestras fronteras. Antes de hablar para ganar votos pensar lo que se dice y lo que se hace. No alienar a la gente, sino formar a las personas, para que con conocimiento puedan decidir libremente. Eso es progreso, lo demás es manipulación.