Opinión

Qué bello soltarse el cabello

Una mujer se corta el pelo en una concentración contra la muerte de dos mujeres iraníes, frente a la embajada de Irán, a 6 de octubre de 2022, en Madrid (España).

Una mujer se corta el pelo en una concentración contra la muerte de dos mujeres iraníes, frente a la embajada de Irán, a 6 de octubre de 2022, en Madrid (España).

¡Qué bello soltarse el cabello!

Bello y algo más cuando esconder su brillo es una imposición (con efímeras intermitencias) extendida por el inmenso arco que va desde nuestro vecino Marruecos hasta la antaño Mindanao española, la isla grande del sur de las Filipinas: el mundo musulmán. Archipiélago de unas siete mil islas e islotes que, por si alguien no lo sabe, recibieron su nombre en honor a Felipe II, rey de España y de medio mundo, sobre todo a partir de 1580, con la incorporación de Portugal, el segundo imperio de entonces, rota en 1640. Nada extraño, por lo tanto, que sea el único estado asiático con el catolicismo como religión oficial.

Y más bello es deshacerse además del trapo que cubre los hermosos semblantes de las musulmanas, desde los menos oprobiosos hasta la mazmorra del burka. La lucha de las iraníes y afganas en 2022, que se han atrevido a salir a la calle, con riesgo de sus vidas, tiene que merecer todo nuestro apoyo. Esta brega, aún en pañales, debe proseguir en el recién iniciado 2023.

El papel de las democracias, por imperfectas que sean, de Europa y otros ámbitos similares, debería ser el de pedir cuentas a las teocracias islámicas por esta multisecular invisibilización física y emocional de la mitad de su población. Sí, porque la obligada ocultación de caras y cabellos, cruel en sí, entraña otra peor: la negación de los cálidos efluvios de la vida social para ellas.

Termino: no comprendo a algunas “super-feministas” españolas cuando proclaman que el velo y demás pañuelos y celdas opresivas son señas de identidad de aquella ¿civilización? Y que protegen a las mujeres.