Opinión

Isabel y Elisabeth

La presidenta, Isabel Díaz Ayuso, durante la inauguración del curso escolar en Torrejón de Ardoz.

La presidenta, Isabel Díaz Ayuso, durante la inauguración del curso escolar en Torrejón de Ardoz.

Tres días. Tres días de luto en Madrid por la reina de Inglaterra, dear Elizabeth. Idea de nuestra Isabel, gata oportunista y pragmática que espera el poder nacional entre coqueteos y cadáveres exquisitos. Nuestra niña va haciendo méritos, está vez en escala internacional para lograr posición en la Logia de turno.

Los tres días de luto, tres, son el equivalente a la plaza de Maggie Thatcher inaugurada por la Botella ayer y hoy enfrente de Blas de Lezo, o de la bienvenida visita de Soros antes de cualquier presidente para saludar a nuestro doctor Antonio o el trato mimoso familiar que hace Felipe VI tratando de aunty a doña Liz. Esto último es lo menos grave, porque la Clase y las Casas van a lo suyo y tienen ritmo y códigos propios.

Lo de estos lutos y lagrimones de los parias de la tierra no son más que la perenne claudicación moral de una tierra estéril a sus enemigos depredadores y un complejo de clase emergente que no tiene solución.

Nuestra España constituida constitucionalmente en Estado socialdemócrata inspirado en principios revolucionarios con especial rúbrica de "pluralismo" no es más que esto: juguete roto sin personalidad donde los prebostes del Estado rinden pleitesía al enemigo.

Ha sido así desde la Marcha Verde, pero alcanza límites de vergüenza y sofoco cuando cae una de estas figuras. Si ya fue penoso rayando el bochorno con lo de lady Di viendo a un pueblo lloroso y lerdo, llorando ante los acordes de Elton. Como show fue genial porque encandiló hasta los hijos de la Gran Bretaña, que pasaron de no llorar en la muerte de sus madres, a derramarse en opereta por alguien como lady Di.

En fin, lo que nos ha tocado padecer. Es que no tenemos remedio, no tenemos límite, no tenemos nada.