Opinión

Piolines

La Policía Nacional.

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«Piolines» llamaban los rastreros traidores golpistas catalanes a agentes de Policía Nacional y Guardia Civil; enviados a defender la Constitución de 1978 y los derechos de los españoles, ante el más que previsible intento de golpe de estado. Fue el buque decorado con el dibujo animado «Piolín», uno de los tres cruceros contratados para alojar a los agentes. La presión de bastardos delincuentes sobre los hosteleros y el firme convencimiento de algunos de ellos, suficiente para negar su estancia en los momentos de descanso y reposo.

El presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, denominó así, «Piolines», a los policías nacionales y guardias civiles. Nosotros, agentes, servidores públicos nos hemos dejado, dejamos y dejaremos la piel, vida y futuro por proteger a los españoles, presidente del gobierno incluido. Nunca, en toda la historia, habíamos recibido el insulto desde ese cargo público. ¿Qué diferencia hay entre él y nosotros?

Ser guardia civil o policía nacional está fuera del alcance de mucha gente. Es complicado, tanto la oposición, el curso de formación, las prácticas y el destino diario. En cambio, ser político en este hermoso país llamado España, resulta sencillo, fácil, accesible para la mayoría de mentirosos, trileros, malandrines y traidores que habitan por estos lares.

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Afiliarse a un partido político es relativamente sencillo. Rellenar una instancia, adjuntar fotocopia del DNI, pagar una cuota. Fíjense, ese trámite puede ser realizado por una tercera persona. El titular sólo tendrá plasmar su firma. El proceso trae a la memoria la mecánica de hacer una tesis doctoral, pongamos en Economía. Un conjunto de estudiosos rellena folios y folios; incluso pueden copiar textos de manuales y otros estudios anteriores. Hecha, impresa y encuadernada, el titular firma, paga una tasa y entrega para su evaluación. ¡Hala, Doctor en Economía!

Ingresar en la Escuela Nacional de Policía en Ávila, la Academia de Guardias de la Guardia Civil en Baeza y Valdemoro, requiere superar un examen individual. Materias culturales y profesionales, pruebas físicas y psicológicas, reconocimiento médico; filtros necesarios para garantizar un nivel dentro de ambos cuerpos. Muchos de los alumnos cuentan con carreras universitarias más que serias, a diferencia de algunos diputados y senadores. Finalizada la fase de formación académica y prácticas, toca consultar el plano de España, ciudades y pueblos. Pocos, muy pocos, tienen la oportunidad de volver a su lugar de nacimiento como profesionales. Comienza la etapa profesional. Sí, el primer insulto te llega al alma; el resto, se acumulan en la cicatriz de la herida.

El político, con presumido porte, «belleza», según algunas, inicia la carrera en el ámbito municipal. Apoyado por la pasta de la familia, compra voluntades dentro de la organización. Perfil bajo en las instituciones, presencia en prensa muy medida, comienza el ascenso. Poco a poco se granjea la simpatía. Como hombre, muy feminista. Ha de ocultar los negocios de la familia, oscuros bares de lucecitas y sudorosos establecimientos donde se realiza una de las profesiones más antiguas de este mundo; no, no son funerarias.

En ambos cuerpos, las especialidades contribuyen a un excelente servicio a los ciudadanos. Los compañeros más conocidos en el intento de golpe de estado en Cataluña, fueron los Grupos Rurales de Seguridad (GRS) y las Unidades de Intervención Policial (UIP): los antidisturbios. Enviados desde todas las regiones de España a Cataluña, se preveían una serie de hechos presuntamente delictivos para subvertir el orden constitucional, la propiedad privada y los derechos de todos los españoles. Dejaron a familia y amigos en casa, como tantas y tantas ocasiones. «Todo va a ir bien», la mayoría de las despedidas. El corazón encogido, el alma en vilo, «como siempre, pero esta vez, más, mucho más». Recordemos también a los agentes del Servicio de Información. Una labor más discreta y sin brillos.

Nos llegaban imágenes diarias. Helaban la sangre. La violencia emprendida contra nuestros compañeros preveía heridos muy graves y algunos con riesgo de ser asesinados. Terrorismo, fue terrorismo. Lanzar una piedra a la cabeza de un funcionario de policía, ¿qué intención tenían? Un malandrín, cobarde, miserable, asqueroso, se fue a cenar una hamburguesa, vino blanco y zumbarse un mojito de postre. En tanto, los funcionarios a sus órdenes recibían lluvia de piedras, tornillos y otros elementos de agresión con intención de producir daño. Sí, el ministro de Interior aplacó su hambre, mientras los terroristas callejeros agredían a los policías nacionales. ¡Qué cojones tienen los «piolines»!

¿«Piolines»? Nos llamaban a todos —unos en presencia, otros en ausencia—, policías nacionales y guardias civiles, desde los terroristas callejeros. El presidente del gobierno ha copiado esa denominación. ¿Cuánto tardará en llamarnos «txakurras» como hacen los etarras? Poco, muy poco.