Opinión

Día a día se desgrana la vida

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Lejos ya de avatares y de prisas cuando el tiempo se vuelve más calmado y la existencia transcurre despacio sin la premura de la búsqueda del alimento, el techo, la ropa ni la pareja.

Cuando las batallas políticas empiezan a desvanecerse y las cosas que ayer eran tan importantes se relativizan y pierden peso y sentido en tu existencia.

Cuando los hijos se independizan, llegan nuevos rostros y rastros desconocidos a la familia, aparecen los nietos, y recuperas la libertad perdida, pues ya nadie te programa la agenda, ni los padres para que crezca y te eduques, ni el Estado con la escuela, ni el jefe en el trabajo, ni el pastor de la creencia.

Cuando el cambio de la ciudad se hace perceptible y te das cuenta que cafés, restaurantes, tiendas y bancos que has frecuentado se han convertido en otra cosa o simplemente desaparecen y las calles se transforman y se vuelven indiferentes y frías.

Cuando poco a poco la enfermedad emponzoña a los amigos, y se van imponiendo las ausencias y los vivos y los muertos se entremezclan y caen los árboles altos y antiguos y tomas el relevo de forma natural porque te toca.

Cuando despiertas a la naturaleza y esta empieza a formar parte inexorable de ti, y notas que el paisaje, la extensión del bosque, el verdor de las flores y la mar océano te hablan.

Cuando te afecta y gusta el cambio de estaciones y disfrutas sus diferencias y rituales, pese a que soportas cada vez peor los calores y rigores del verano y las vacaciones tornan en espacio continuo y monocorde.

Cuando buscas confianza, calma, compañía y consuelo en la música clásica y visitas con más asiduidad exposiciones, y te comienzas a interesar vivamente por la pintura, la escultura o las artes aplicadas y tu paleta se llena de colores.

Cuando empiezas a desempolvar fotografías y tiendes a ordenarlas visualmente en tu biografía y tomas consciencia del paso del tiempo transcurrido y recuperas caras perdidas de conocidos y parientes.

Cuando recuperas la lectura y recalas en la poesía, la novela, la historia u otros temas literarios de tu interés que tenías aparcados, o vuelves a la danza o el teatro como forma de aquilatar y disponer de la vida.

Cuando frecuentas los amigos y tratas de recuperar compañeros del colegio en un ejercicio de nostalgia y de afectos por el pasado vivido, y como una forma simbólica de volver a visitar virtualmente la niñez y adolescencia, o cuando te apuntas a cursos para recomponer y hacer crecer, además de tu cultura, la red de amistades para compensar las pérdidas.

Cuando te haces todos los viajes posibles en un afán por coleccionar países, paisajes y paisanajes que te ayuden a llenar de contenido lejano el hoy, como si pareciera que quisieras conocer lo más posible de nuestro mundo antes de irte.

Cuando, a pecho descubierto, haces frente a los retos de la globalización por la aparición de nuevos virus que afectan especialmente a los mayores y dejan a tu lado nuevos miedos que, si no los controlas, van a condicionar gravemente tu forma de vida y relaciones, incluso con los más cercanos.

Cuando sientes el peso del poder, que no duda, dada su incapacidad de gestión ante lo imprevisto, en despojarte de derechos ciudadanos, alegando siempre que es por tu bien, sin pedirte opinión ni respetarte, y deshace el barniz, aparentemente democrático con que cubre, para desempolvar su autoritarismo, forma política que creías superada.

Cuando vuelves a descubrir la importancia del hogar y de la persona o personas que acompañan tus días y te das cuenta del espacio imprescindible que hay que otorgar a los detalles con los otros que te aman.

Cuando la ética y la estética van de la mano y tratas de mejorar tu comportamiento como ser humano y te enrolas, parcialmente, en causas altruistas buscando su practicidad, al mismo tiempo que intentas cultivar la belleza de las cosas y tratas de llevarla a los útiles y a los espacios más íntimos del hogar.

Cuando a veces quieres verter el conocimiento del que dispones en algún lugar y en esta sociedad, que ayudamos a construir, se nos olvidó, o no supimos crear los receptáculos apropiados, más allá de los derivados de la caridad, en el que somos maestros, lo que nos condena a desperdiciar y a que se pierda una parte muy importante del saber, entre ellos el tuyo.

Cuando te has diseñado un programa que necesitas defender cada día para preservar tu autonomía y espacio y no ser engullido por la tiranía de los afectos. Ni de los acontecimientos e imprevistos, con los que creímos haber tomado ya distancia.

Cuando te has parado un momento a recapacitar, y te has dado el tiempo necesario para reconsiderar, para meditar sobre el sentido y el significado de la existencia y descubres que día a día se desgrana la vida y que el tiempo del que dispones para llevar a cabo tus hoy prioridades y deseos se achica, y que el tiempo del que dispones para llevar a cabo tus deseos y decisiones se achica.