Opinión

Leyendo entre líneas

Íñigo Errejón y Mónica García.

Íñigo Errejón y Mónica García.

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Reflexiona Errejón sobre las causas que han llevado a la derecha de Ayuso a esa incontestable victoria que tanto alivio, dolor y placer ha causado por doquier y a partes iguales sobre todo por lo que tiene de premonitorio. Su conclusión resulta ser que la gente estaba necesitada de "optimismo y de futuro", que "hay que persuadir más y regañar menos" y que "no hay que insultar al votante". Son ideas claras en las que no puedo dejar de ver un inconsciente oculto. Cada vez que le escucho me entra complejo de psicoanalista. Siempre me parece que calla más de lo que dice pero dice más de lo que expresa. Y esta sensación la provoca su vocabulario. Algunos ejemplos.

Regañar

Mis educadores no regañaban porque no tenían tiempo que perder. En su lugar te estampaban un tortazo a mano abierta que te dejaba el tímpano emitiendo señal de inmersión para el resto del día. Hoy, ya adulto, espero no ser regañado por nadie. Si he cometido infracción en ámbito público debería ser amonestado, multado o juzgado según gravedad del hecho o si he cometido un error en el desarrollo de mi labor profesional debería ser advertido, expedientado, despedido y/o demandado según las consecuencias de mi error.

Pero si he votado lo que me ha salido de las narices, de manera desinformada, llevado por el corazón o por los colores, sin haber entendido ni recibido una sola propuesta concreta por parte de cualquiera de los candidatos, si todo esto es así -o incluso peor-, la única acción que cabe es la de contar mi voto y apechugar con el resultado. Si la democracia tiene defectos -y los tiene- son más y más gordos del lado del que recibe el voto que del lado del que lo expide. El uso del vocablo en este contexto sugiere que cabe la posibilidad de expresar autoridad moral aunque no quiera ser ejercida. Ya empezamos.

Persuadir

Podría haber sido peor porque podría haber dicho “seducir”. Como ese pérfido Don Juan que acaba derribando las débiles defensas de Doña Inés; como ese vendedor de coches de segunda mano que te coloca un truño con ruedas y te lo pinta como un Fórmula Indy molón que ya es tuyo por casi ná; como ese músico ambulante que se te pone al lado de la silla en la terraza de la taberna y que no se pira hasta que oye el clinc, clinc, se va con la música a otra parte y te deje en paz con tu cerveza y tu conversación de ínfimo nivel. Todos estos también persuaden. Y de qué manera.

No es persuadir la labor del político, sino la de proponer y sobre todo explicar cómo llevar a cabo la propuesta, cuáles son los resultados esperados, a qué derechos y libertades deberemos renunciar y, sobre todo, cuánto más nos va a costar. Si se piensa bien, proponer es una labor mucho más sencilla de ejecutar y mantener que persuadir. Entre otras cosas porque no hace falta ni aparentar ni mentir.

Optimismo y futuro

Estas palabras suponen autocrítica no explícita en el reconocimiento de que la derecha ha presentado una opción más ilusionante. Es, además, un ensayo de búsqueda de causas con más cuerpo que el soso "no hemos sabido hacerlo" o que la mayoría de los madrileños son unos descerebrados fascistas a los que les encanta ir por la vida pegándose tiros en el pie mientras le dan duro al bebercio. Qué cosas. Errejón ha efectuado el análisis más honesto y ajustado, pero eso no lo hace completamente honesto y ajustado. Porque no creo que Errejón desprecie la importancia de la clave económica. Ha tratado de disfrazar la cuestión, convertirla en otra cosa para categorizar el optimismo y el futuro como algo más etéreo, menos tangible. Como, por ejemplo, las cualidades intrínsecas al paraíso comunista, esa tierra que mana leche y miel.

Que hay que ser casposo y antiguo para andar con esos cuentos a estas alturas. Porque resulta que el optimismo y futuro que efectivamente ofrecen las propuestas de Ayuso están basadas en el intento de mejora de las perspectivas económicas, en tratar de aliviar la penosa carga que soporta el personal o en intentar otorgar las condiciones necesarias para que el desempeño de nuestro trabajo ofrezca alguna garantía de que el esfuerzo ha merecido la pena. Lo que además genera los recursos para crear la solidaridad necesaria que mantiene a flote y cohesionada esta sociedad. Es un concepto sencillo que funciona. La Historia lo demuestra machaconamente una y otra vez. No necesitamos un régimen basado en Más Estado dedicado a reducir nuestro capital pecuniario y libertario.

Haría falta un psicoanalista profesional para tratar de esclarecer entonces el porqué de este empecinamiento en tratar de imponer la inoperancia organizada. Si estuviéramos hablando de Jetacomoelcementoarmado Iglesias las cosas serían más fáciles de explicar atendiendo simplemente a la actitud del oportunista cósmico que se lo ha montado de cine o, mejor dicho, de serie. Pero en Errejón no es eso…

¿O sí?