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La reconstrucción del 11-M que nadie quiere hacer

La reconstrucción del 11-M que nadie quiere hacer

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La naturaleza del hombre es una constante evolución, salvo ciertos elementos de la especie, quienes van a mejor y otros se dirigen a peor de lo peor. Así sucede en parte de la sociedad de este hermoso país llamado España, que tantas vidas se ha llevado por delante, culpa de unos cuantos hijoputas.

Premios, laureles, ramos de flores, medallas y/o trofeos se entregan en la meta de una carrera o prueba deportiva. Los vencedores son recibidos en loor de multitudes. Se agasaja su esfuerzo, éxito, sirviendo de ejemplo para los demás, especialmente la juventud.

La sociedad se basa en unas leyes utilizadas para regularizar la convivencia pacífica entre nosotros, animales de dos piernas, brazos y cabeza, hueca en algunos casos. El respeto a la vida, propiedad privada, libertad, incluido el pensamiento, son fundamentales en una democracia avanzada del siglo XXI. ¡Ojo, no vale reírse! Esto es un tema muy serio.

El código penal sanciona infracciones cometidas por individuos —que no, no vale reírse—, cuando son inculpados, juzgados y condenados por la comisión de hechos delictivos. Todos en este país, particulamente las víctimas del terrorismo, conocemos la perversión de esa afirmación. Tenemos motivos de sobra conocidos. El artículo 130, apartados 6 y 7, nos deja un maldito resquemor en el alma, corazón y cerebro, ya que determina «la responsabilidad criminal se exingue...». Es decir, el premio a los más peligrosos delincuentes «aquellos cuyos delitos serían castigados con penas de prisión de quince o más años, reciben el premio de ser libres por prescripción del delito». Ahora sí, ¿puede haber mejor premio para un hijoputa?

Cuando los terroristas, quienes les apoyan, aquellos que admiran sus actos, estén o no en el gobierno, quizá se hayan leído de manera incompleta todos los apartados y epígrafes. Tenemos una esperanza: «Tampoco prescribirán los delitos de terrorismo, si hubieren causado la muerte de una persona». Quien dice una, dice diez, cien, ciento noventa y dos más uno, trescientas o trescientas setenta y nueve, como es el caso del terrorismo en España, sea de ETA o de incierto autor o autores.

La prescripción «pasiva» llegará a cada atentado, autor, autores, sean materiales o intelectuales, en los distintos grados de participación en el delito. Los individuos, quienes se ríen de las víctimas, vivas o asesinadas, de manera directa e indirecta —muchos murieron en vida y otros vivimos muertos—, consiguen sus fines cuando la justicia no les alcanza. El impulso a la acción de la justicia se da desde el gobierno.

Hace pocos días se cumplió el aniversario de uno de los atentados terroristas que cambiaron la historia reciente de España: 11 de marzo. Muchos, especialmente la gran mayoría del arco parlamentario, donde hozan herederos, congéneres, amigachos y quienes deben su posición a terroristas de baja estofa, han olvidado esa fecha.

Los hechos juzgados fueron juzgados, dejando atrás ocultos, trasconejados a conciencia, hurtados a la vista oral ciertos análisis que hubieran dado un vuelco espectacular a todo el caso. Fueron varios los escritores, cuyas publicaciones dejan en mal lugar a la vesión oficial: los agujeros negros. Mencionaré dos: Fernando Múgica (DEP) e Ignacio López Bru. Si usted, amable lector, tiene interés, puede encontrar esas publicaciones y leer los diferentes apartados donde ellos —y muchos— vemos contradicciones, cuando no falsedades o mala idea de la llamada «versión oficial». Ya el nombre se las trae, ya que «versión» no es una «verdad», sino la interpretación de un hecho.

Estuvimos años agarrándonos a detalles que descubrían —o traían a la actualidad— los periodistas hacia el mes de diciembre. Se anticipaban dos o tres meses para hilvanar un artículo, en conmemoración del aniversario. Ya no; ya no se acuerdan ni miran ni analizan ni revuelven hechos o personas, para intentar mover la conciencia de aquellos que, probablemente, aún tienen en mente sus malas actuaciones en dichos hechos.

Tuvimos la esperanza en un partido, que prometió investigar y luchar contra el terrorismo; cuan «cobardiano» se riló a las primeras de cambio. Aquél vagón del tren que estalló en Santa Eugenia y se encontró años después en un depósito de RENFE... Sí, fue destruido, argumentando que no se había «guardado la cadena de custodia correctamente»; todo lo contrario que la mochila aparecida en Ifema, trasladada a la comisaría de Vallecas y que contenía pruebas dudosas: explosivo Goma 2 Eco, clavos y tornillos como metralla, un detonador, un teléfono móvil como iniciador y con una tarjeta de teléfono en el mismo. Aquel partido, nos traicionó.

Ahora tenemos la esperanza depositada en gente que ha plantado cara a terroristas —etarras, separatistas y callejeros—; quien propone hacer públicas las actas de negociación entre ETA y la PSOE —gobierno de Zapatero—. Santiago Abascal, presidente de Vox, exigió el año pasado «saber toda la verdad del 11-M».

Quedan 3 para los 20 años; faltan 17 menos para saber la verdad.