Opinión

Epístola de Pedro a Pablo

Abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

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Compañero Pablo,

De nuestro acuerdo han pasado tantas cosas, que bien pareció un año atrás cuando llegaste a sentarte a mi lado. Ni tu madre ni padre, ni el más optimista de tus amiguetes pensó nunca llegarías tan alto sin mí. Bueno, alto, lo que se dice alto, digamos que estás al lado y debajo.

Tus letras de la presunta epístola fueron muy amables. Gracias, te agradezco por la consideración que tengo al prójimo. Sin embargo, según parece en esta última época, entre Filomena, el frío, pendientes y ese dichoso moño, tienes una turbieza mental bajo el pelo, dentro de tu sesera. Pablo, compañero Pablo, ¿aún piensas que estás en el «soviet de la Complu»?

El tonito de voz usado puede engañar a barbilampiños y pretenciosas universitarias, cuya nota académica lucirá más si reciben un abrillantado por parte de algunos docentes. ¿Sabes qué es la democracia? La democracia es cambiar de gobierno sin violencia e intentando engañar al votante con promesas que no cumplirás.

Es prometer «amor eterno» a una «chorba» para ir al huerto. Después, a la vuelta de la huerta, puedes enviar tras una columna para hacer sitio a la siguiente a tu lado. ¿Te suena el símil? Es la esencia de la democracia plena: mentir y no repercutir esas mentiras en tu día a día, sillón a sillón.

No se puede permitir, compañero Pablo, tu pérdida de lealtad. ¿España no está en una democracia «plena»? ¿Cómo piensas has llegado a estar un escalón debajo de mi bota? En caso de haber obtenido menos votos a favor de los extremistas, de esos a quienes hemos comido el tarro con «el palo y la zanahoria», seguirías sentado en un banco del pasillo junto al chamizo de chuches en la puerta de la cafetería rodeado de fumetas, allí en la «Complu».

Compañero Pablo, tienes una lista en los tribunales de justicia que, si no fuera o fuese por mi cariño, aprecio y compasión hacia ti, serías antes que después el próximo profesor titular en una biblioteca de un establecimiento penitenciario. ¡Ay, zagal! La madre de tus hijos, quien vive encantada haciendo videos en un ministerio, con poca o nula preparación, cuyos proyectos de ley quedarían terceros en un concurso de la peor legislación universal, te pondría «el moño» al cuarto, si siguiera su propia ideología, ¿o es la tuya?

Una tarjeta con fotos —¿te imaginas salen a la luz?—, cuya posesión te atribuiste y cuya destrucción tiene una complicada, muy complicada explicación, serviría para arrojarte fuera de cualquier cargo público «per secula seculorum». ¿Te imaginas quién estaba junto a tu asesora en las fotos íntimas? ¿Eras tú? ¿Posición y ropa?

Mi partido, socialista de toda la vida e historia del estado, tiene una estructura sólida. Nuestros argumentos son reconocidos por todas las instancias e instituciones, desde las más bajas —los electores—, a las más altas —quienes dicen si esto va «pa' dentro» o afuera—. Es normal y lógico creer has llegado cerca de mi lado, incluido aquél abrazo donde parecías un koala o un panda agarrado a una rama de eucalipto, y convencerse de tener un poder igual que el mío. ¡Vamos no me jodas, compañero Pablo!

Los mayores peligros de un político son los dineros, además de las amistades peligrosas. Los dedos se hacen huéspedes al ver la cantidad de pastizal, su libre disposición y el uso. Muchos han dudado del pago de tu casoplón. Bien digo y afirmo tuyo, ya que Irene, tu Irene, sin ti no es nada, nada de nada.

Sabes de sobra los medios del estado para buscar facturas falsas —pregunta a Monedero—; conoces los instrumentos de presión oficial sobre tus gentes —financiación e información a medios de comunicación—, ¿cuántos de los tuyos y tuyas tenéis algo pendiente en el Supremo? ¿Tan pocos?

La peor circunstancia en política con amigos es la falta de educación. Si los chicos de Cataluña cortan carreteras y autopistas, incluso vías de tren, tienen un pase: son luchadores por la libertad. Se cede un poco y vuelta a la normalidad. En cambio, que nos estén jodiendo las calles en el centro de Madrid, hombre, compañero Pablo, ahí nos llega muy de cerca.

La Puerta del Sol —«Puerta» y no «plaza», no, según una de tus «estupidiputadas»— y el resto de la capital, en cuanto a seguridad ciudadana, depende del presidente madrileño de «mi» partido. Ayuso y Almeida tienen la culpa de muchas cosas, pero reventar las calles es fastidiar la vida del socialismo.

Chavalote, padre de tres hijos, corres el riesgo de ser largado con un empellón que dibuje mi suela en la parte trasera de tu trasero, culo y/o pandero. Siempre puedo absorber a Inés, pactar con la derechita cobarde —¡qué gracioso es Abascal!— y enviarte a ti tras aquella columna del gallinero, como si fueras Tania. ¿Qué eres sin mí? Decía la canción:

—Eres como una nave espacial abandonada, brillas por fuera, por dentro nada.

Compañero Pablo, de mí, mío, que esto sea un mal sueño en una pequeña siesta. (Supuestamente sería la I).