Opinión

El liberalismo no es centrismo

Arrimadas, durante su atención a los medios tras reunirse la Ejecutiva de Ciudadanos.

Arrimadas, durante su atención a los medios tras reunirse la Ejecutiva de Ciudadanos. Cs

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Tampoco derechismo, ni izquierdismo, porque el liberalismo no busca encontrar un espacio entre propuestas políticas mediocres y populistas, sino superarlas mediante la propuesta útil que despierte el potencial que cada ciudadano tiene para mejorar su propia vida. Sin embargo y por alguna razón, el espíritu de la “moderación”, palabra manida hasta la saciedad, así como el del “hacer lo correcto” han sumido a las dos grandes propuestas políticas liberales de los últimos quince años (UPyD y Ciudadanos) en la más triste y absurda irrelevancia.

Y es que el partido de Inés Arrimadas ha caído de lleno en aquello que desde los inicios se pretendía evitar: caer en el marco mental de quienes no te quieren bien. El socialismo ha conseguido que gran parte de los españoles crean que la moderación está entre Ciudadanos (a quien sin ninguna clase de pudor osan situar junto a la derecha más reaccionaria) y Podemos o los nacionalistas, indistinguibles, quienes de la noche a la mañana parece casi como si se hubieran convertido en partidos de Estado. Es decir, la centralidad la ocupa, según el marco mental establecido, el PSOE más inútil y radicalizado que recordamos.

Es indignante ver cómo un partido liberal calla mientras el acoso tributario es elevado a valor nacional. Cómo le ofrece su mano a quien desde hace varios años tiene como socios preferentes a quienes quieren romper España y no reniegan de su pasado terrorista. Cómo anticipa un pacto con el peor ministro de Sanidad que pudimos tener en el peor momento posible y cómo prefiere desmarcarse de Vox acercándose al PSOE en lugar de defender con criterios propios cuestiones a las que los populistas de derecha se oponen y que Ciudadanos se supone que defendía, como la regulación de la gestación subrogada, los derechos de los trabajadores sexuales, la derogación de la prohibición de las drogas blancas o la propia Unión Europea. Todo esto en nombre de la moderación.

¿Qué puede hacer un votante liberal con más dedos de luces que la Ejecutiva del partido que dice representarle? Irse a la abstención de cabeza. Arrimadas puede culpar a la pandemia, a la fecha de las elecciones, a la poca cobertura mediática o al “sacrificio de votos por un bien mayor”, pero la cruda realidad es que un partido político está para ganar apoyos populares, y si cerca de un millón de personas que te votaron hace unos años te han dejado de votar, igual es que tu discurso no les seduce porque ha cambiado. Ahora está tan apagado como la esperanza de que algún día los nacionalistas dejen de gobernar en Cataluña.

Inés Arrimadas ha pasado de partirse la cara en los platós de televisión, en los pueblos de Cataluña y hasta en Alsasua para convertirse en la adalid de la moderación que no sale demasiado de casa, no vayan los ciudadanos a pensar que no le preocupa la pandemia. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está esa fuerza liberal que movilizó a 1.100.000 votantes de Cataluña en 2017 y casi entierra al PP en abril de 2019? ¿De verdad todo eso se ha acabado?

Si Ciudadanos quiere ser un partido liberal debe mojarse en temas de actualidad, defender a los YouTubers que se van a Andorra huyendo del atraco del gobierno populista que nos ataca. Debe defender sin complejos las libertades civiles y atacar el sectarismo político venga de donde venga. Debe decir lo que piensa sin miedo a que alguien le lleve la contraria, explicarles a Carmen Calvo y a Santiago Abascal que la lucha contra la violencia de género y contra la violencia intrafamiliar no son incompatibles, que se puede ser gay y estar en contra de que el Estado dirija tu vida pero al mismo tiempo luchar por tus derechos.

Ya basta, basta de centrismo, basta de moderación. El liberalismo ha sido históricamente en Europa un movimiento radical porque va a la raíz de los problemas y no se queda con la impostura, con las formas o con la superioridad moral. Porque la superioridad moral no seduce al votante, más bien lo aleja.

Algo tiene que desaparecer: o el ego de la Ejecutiva de Ciudadanos o su existencia como partido. Estamos a tiempo de que sea lo primero.