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Utopía política

Pablo Iglesias y Santiago Abascal.

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Basta ya. Tremendo que todavía en este país hay quien ve diferencias entre Podemos y Vox. A ver cuando nos centramos (nunca mejor dicho), y huimos de los que se comportan en política como ultras de un equipo de fútbol. Escucho y leo aquí y en otros foros la palabra MEMORIA. Y la gracia, que por cierto no se la veo por ningún lado, es que suele aparecer en las opiniones de los más extremistas y sectarios de uno y otro lado.

El siglo XX ha dado muchos ejemplos de lo que la ultraderecha y la ultraizquierda han aportado a la humanidad. Y en algunos lugares aún se siguen viendo y viviendo las consecuencias. Eso cuando no siguen campando a sus anchas en ciertos países por todos conocidos. Los que, como yo, creemos en lo imperfecto del sistema democrático, apostamos más por trabajar en el sin duda ímprobo pero imprescindible esfuerzo de que las fuerzas políticas más moderadas lleguen a los acuerdos necesarios para asegurar el futuro bienestar de sus conciudadanos, en un gobierno transparente y eficaz por la imperiosa necesidad de acordar para avanzar, que podríamos denominar de coalición.

En tiempos difíciles, políticos con clase y no esta clase de política.

Muy consciente de las enormes diferencias, cualquier búsqueda de una alternativa en este sentido será sin duda mejor que gobernar atenazado por los apoyos de populismos baratos e irresponsables de uno y otro lado. Esos que por gritar más no hacen más verdad, sino más ruido. Mucho ha costado tener este nuestro Estado de Derecho con su, repito, imperfecta democracia, para tener que soportar a diario que personajes de una y otra banda, porque es lo que son, bandas de ultras de izquierda y derecha, se sienten en los escaños de un Parlamento en el que no creen.

Claro, que los primeros que deberíamos dejar de chillar somos la sociedad, en definitiva los votantes, que ejercemos ese derecho, que por cierto tampoco nos han regalado, teóricamente pensando en lo que creemos mejor para el conjunto de la Nación. Por favor, dejemos de usar tanto la garganta y pongamos sobre la mesa lo mejor de nuestro corazón y cerebro.

Es responsabilidad de todos. Nuestros ancianos se lo merecen y nuestros hijos lo necesitan y demandan. Sí, basta ya...