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La paradoja de que el idioma español no sea lengua vehicular en España

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A mitad de los años 50 del siglo XX, el interés español por captar turistas y competir con los grandes destinos por atraer visitantes que aportaran divisas, supuso la apertura de una nueva línea de negocio transfronterizo, una de cuyas herramientas fue el lanzamiento del eslogan “Spain is different”, tan exitoso en conseguir su objetivo, que sobrevivió a la propia campaña en sí.

Y esa expresión viene como anillo al dedo para referir todo lo que está sucediendo, en nuestro país, en relación a la modificación, vía enmienda pactada entre PSOE, Podemos y ERC sobre el proyecto de LOMLOE que finiquita la anterior Disposición Adicional 38 de la LOE que obligaba a las Administraciones educativas a “garantizar el derecho de los escolares a recibir enseñanzas en castellano y en las demás lenguas oficiales en sus respectivos territorios”; liquidando, con ello, el reconocimiento del idioma español como lengua vehicular en toda España.

Naturalmente que en esa Ley, que se modifica a través de esta enmienda, hay otros asuntos de no menor importancia, pero éste que afecta a la lengua oficial de España, según la Constitución en su artículo 3: “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”, adquiere mayor relevancia, dando la sensación que el idioma de todos, según nuestra Constitución, parece ser instrumentalizado, por algunos, como si fuera un símbolo de determinadas ideas, tal como también ocurre con la bandera.

Basta echar la vista a otros países de nuestro entorno en Europa para comparar lo que sucede en ellos, frente a lo que sucede (o se intenta hacer) con el idioma español, en España.

En Alemania, el 95% de su población habla alemán, utilizándose a nivel local regional lenguas como el brandenburgués o el sórabo.

Francia utiliza, en exclusiva, el idioma francés en sus documentos oficiales, utilizándose a nivel regional el occitano, el corso y, por supuesto, el euskera y el catalán en las zonas del sur pegadas a País Vasco o Cataluña.

En el Reino Unido se utiliza el inglés, siendo, de hecho, la lengua nacional, sin calificación de lengua oficial, utilizándose también el escocés, el galés y el “gaélico irlandés”. En Inglaterra el 98% de su población se expresa en inglés, aunque también se habla el córnico.

Italia utiliza el italiano como único idioma oficial, hablándolo el 95% de la población, aunque se reconoce protección a otras lenguas pegadas a determinadas regiones, tal como sucede con el friulano o el arpitano.

Es evidente que en ninguno de los grandes países de Europa se prescinde de su idioma nacional principal como instrumento esencial de su sistema educativo, y España no puede ser la excepción a esa norma del más lógico sentido común.

Parece que en la motivación de algunos de los firmantes en esta enmienda, también conocida como “Ley Celaá”, anida, sin disimulo, su aspiración, de que el idioma español, pase a ser enseñado, como sucede con cualquier lengua extranjera (inglés, francés, etc). A lo cual puso voz Montse Bassa, de ERC, al afirmar: “No queremos que el castellano (español) sea lengua vehicular, sino que se enseñe como cualquier lengua extranjera…”. Blanco y en botella.

Actualmente la legalidad vigente exige que, al menos, el 25% de la enseñanzas recibidas en cualquier aula de España se realice en español, caso de prosperar la enmienda incluida en la denominada Ley Celaá, se sustanciaría su desaparición como lengua vehicular.

El proceso de inmersión lingüística llevado a cabo en España no tiene antecedentes en Europa, con la única similitud del caso de las Islas Feroes y no parece que el modelo de sociedad avanzada y multicultural hacia el que avanza el mundo, llegue marcado de la mano, y palabras, del feroés.

Comentábamos, al empezar estas líneas, sobre lo vigente de la afirmación “España es diferente” y efectivamente es así, porque solo en nuestro país, una de cuyas grandes fortalezas es el idioma común de todos los españoles, segunda lengua más hablada del mundo, con 580 millones de hispanohablantes (7,6% de la población mundial), se puede hacer “política pequeña” con nuestro más grande patrimonio, sin entender que hay que cuidarlo, cultivarlo y no limitar la educación, en él, de las generaciones del presente y del futuro.

En la universal obra de Miguel de Cervantes, de Don Quijote de la Mancha, se afirma: “Lucho contra tres gigantes: el miedo, la injusticia y la ignorancia” y esas palabras toman vida hoy, mientras se da la paradoja de que nuestro idioma, segundo más hablado en el mundo, es estudiado, hoy, por veintidós millones de personas, en ciento diez países diferentes, incluidas las Islas Feroes, donde al estudio del español se dedican más horas horas lectivas a la semana que al feroés y al danés, mientras que en España se tramita una enmienda parlamentaria que podría suponer su desaparición como lengua vehicular. No hay dudas, “Spain is different”.