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Que "te disparen" a un hijo....

Marimar Blanco, Consuelo Garrido y Miguel Ángel Blanco, durante el entierro del joven concejal asesinado.

Marimar Blanco, Consuelo Garrido y Miguel Ángel Blanco, durante el entierro del joven concejal asesinado.

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Un artículo de Miguel Ángel Mellado en El Español pone los pelos como escarpias. Desarrolla unas manifestaciones imaginarias de Miguel Ángel Blanco desde la tumba. Empieza dando la bienvenida a sus padres, inhumados hace unos días: “Hola mamá, hola papá. Veintitrés años sin vernos y aquí estamos los tres. Por fin, juntos. A pocos metros del abuelo Aurelio y de la abuela Elena, que están aquí enterrados, en nuestro visitado cementerio de Faramontaos, al que veníamos a traerles flores nada más llegar de Ermua”. Sobrecoge este párrafo del libro Miguel Ángel Blanco, el hijo de todos, escrito por el propio autor del artículo, en el 20 aniversario del asesinato, que consumó la banda terrorista ETA, del concejal del Partido Popular en Ermua el 13 de julio de 1997.

Hay que armarse de vigor en cada párrafo, pues la ira va creciendo con la lectura… Un hilo de angustia recorre el interior del más intrépido cuando, en ese diálogo imaginario, se dirige a sus asesinos Txapote y Amaia, que fueron padres en la cárcel, preguntándose qué valores estarán enseñando a sus dos hijos.

Al parecer, uno de los sueños de Miguel Ángel Blanco era tener hijos, “que es la mayor inversión de futuro para cualquier persona. Tener un hijo es como comprar acciones para no venderlas jamás. Suban, bajen, se estanquen, se hundan, se disparen…”. El verbo disparar es de por sí horrible, que un padre o una madre lo puedan utilizar para rememorar la muerte de un hijo es uno de los sufrimientos más angustiosos que se puedan tener en vida, es una muerte del ánimo y del espíritu anunciada.