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Vuelta a la subvertida normalidad

Eslogan del Gobierno sobre la salida de la pandemia.

Eslogan del Gobierno sobre la salida de la pandemia.

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Con el discurso puesto en marcha por el gobierno de España de vuelta a la denominada “nueva normalidad” todo parece indicar que se muestra sumamente interesado en sellar a corto plazo un relato histórico de la realidad que les exima de la asunción de responsabilidades derivadas de la crisis, al tiempo que les permita retener y acaudalar votos a futuro.

La impresión es que estamos ante un eslogan de seudo-campaña electoral, aparentemente disimulada pero no menos perceptible desde un espíritu crítico, donde prima el apalancamiento del voto más que la necesidad de promover actuaciones políticas tendentes a paliar los efectos negativos de la crisis y a potenciar la recuperación de forma estructural.

La realidad en cualquier circunstancia de la vida es la que es y no se puede ni debe disimular mediante la falta de transparencia y subterfugios ya que no contribuye en absoluto a diagnosticar bien los problemas que hay que afrontar, y mucho menos a implantar y priorizar las actuaciones a realizar.

La censura aplicada por el Gobierno y gran parte de los medios de comunicación a los efectos más crueles de la crisis no está contribuyendo en absoluto a tomar conciencia de cuáles son las prioridades y las responsabilidades exigibles en este momento.

De entrada, utilizar un lema como el “salimos más fuertes” no deja de ser un insulto a la realidad y, por qué no decirlo, un mensaje de desprecio hacia la sociedad tras el gran shock sufrido por los efectos de la enfermedad y sus consecuencias en términos de impacto económico y social.

Asistimos con cierto estupor a ver cómo, sin desdeñar el impacto económico que tiene, las prioridades en la desescalada tras el confinamiento han estado en la apertura de terrazas, bares, liga de fútbol y no así en la reapertura de colegios, universidades y bibliotecas para que los niños y jóvenes puedan continuar con sus obligaciones de formación.

Quizás en la mente de nuestros gobernantes pese mucho más la búsqueda del caladero fácil de votos arbitrando medidas que tienden, entre otras razones, a la condescendencia y cobertura social frente a la cultura del esfuerzo como un fin en sí mismo y no como un medio paliativo en circunstancias excepcionales.

Estamos contemplado la profusión del “todo vale” por parte de los políticos que no muestran ningún pudor en la falta de transparencia y manipulación torticera de la información con tal de centrarse y no apartarse ni un ápice de su programa ideológico.

Así vemos, por ejemplo, como vuelven al primer plano de la política y de los debates mediáticos temas como revertir y promulgar leyes no prioritarias con fines puramente ideológicos, al tiempo que se cultivan los pactos necesarios para apantallarse en el poder. De esta forma, los temas que más preocupan relacionados con las secuelas en la salud, el empleo y sostenibilidad de las empresas están siendo relegados en la práctica del primer plano.

En esta tesitura, la “nueva normalidad” no puede ser un concepto moldeable a la carta y donde todo quepa por parte de la dirección política a costa de las necesidades reales, la igualdad, derechos, obligaciones y libertades de los ciudadanos.

Asimismo, la disparidad y arbitrariedad de medidas asimétricas y paradójicas que se están implantando por regiones, provincias, municipios, colectivos, sectores, espacios, etc, están contribuyendo a la desorientación de los ciudadanos y a crear un sentido de impotencia en el ejercicio de muchos aspectos, bien sean necesarios o voluntarios, de su vida cotidiana.

Estamos inmersos en una crisis con efectos muy fuertes para la sociedad y el bienestar social donde da la impresión que lejos de impactar a los gobernantes por tales efectos les empodera para alienar, dirigir y someter a la sociedad apoyándose en la falta de transparencia, la incertidumbre y el miedo.

Lo normal sería afrontar la realidad, que no es antigua ni nueva sino la que existe en cada momento, y no subvertirla mediante apelativos como “la nueva normalidad” ya que flaco favor nos hacemos si nos dejamos confundir por meros mensajes y campañas políticas claramente alienantes y con pocos efectos realmente positivos y tangibles.