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90 años de Pujol

Jordi Pujol.

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Seis años después de confesarse como un evasor fiscal, 17 de abandonar el poder ejecutivo al frente de la Generalitat de Cataluña; 25 de protagonizar con su propio personaje, sin ambages, ni remilgos, el “Ubú President” de ‘Els Joglars’; 39 del estreno teatral de “Operación Ubú” con su encarnación como el “excelso” (excels) y 40 años desde que Josep Tarradellas profetizara sobre algunos de sus comportamientos, acertando sobre ellos; Jordi Pujol cumple 90 años.

Lo hace pocos días después que la formación política desde la que articuló su acción, Convergencia Democrática de Cataluña, creada alrededor de su propia figura en 1974, haya presentado concurso de acreedores ante el juzgado mercantil número 9 de Barcelona, con sus sedes embargadas y una deuda acumulada de 4,3 millones de euros, cantidad a la que se sumarán los 6,6 millones de euros que tendrá que devolver la formación ‘convergente’ por el probado hecho de cobro de comisiones ilegales a través del Palau de la Música. Una herencia poco ejemplarizante para quien pasó por ser el idealizado padre del catalanismo.

El hijo de don Florenci, ocupó la presidencia de la ‘autonomía’ de Cataluña durante 23 años (1980/2003), en los que supo pactar con unos (Felipe González, Rodríguez Zapatero) y con otros (Suárez, Aznar) presumiendo de sentido de Estado, al dar estabilidad a los gobiernos de España, hasta llegar a ser reconocido como “Español del año 1984” por el diario ABC.

Mientras, al tiempo, desarrollaba el programa político “Cataluña 2000”, recogido en un documento creado en sus primeros años al frente de la Generalitat, que tenía por objeto establecer las bases para diluir el idioma y la cultura española en Cataluña, convirtiendo la región, primero en un país, y luego en un Estado, con una estrategia muy definida en el terreno educativo y en el control de los medios de comunicación, donde destaca el caso de TV3, cuya consecuencia se ha dejado sentir en las nuevas generaciones de catalanes criados bajo su influjo y creencias.

La realidad paralela de esos años de adoctrinamiento llega a que cuando el “ex-molt honorable” ya no lo es, sea reconocido por amplias capas de la sociedad catalana como una especie de padre simbólico, a pesar de todo lo que es público sobre él, sobre su familia, su forma de actuar y la sistemática que implantó en su formación política, ahora condenada por la trama del “tres per cent”; una organización supeditada al poder de su ‘caudillo’ y al cobro de comisiones.

Todo lo cual no impide que personajes como Pilar Rahola (ex-política de ERC y ahora tertuliana en los medios de comunicación) llegue a decir que: “La figura política de Jordi Pujol es más importante que su escándalo. Incluso más que sus propias miserias. Su legado, su obra, que yo valoro muy positivamente, ahora no la tenemos en cuenta y la menospreciamos porque estamos muy enfadados. Sin poder separar su caso con la famosa herencia, dejando a un lado el tres por ciento que es otro tema, Jordi Pujol es un personaje político de primera categoría”, justificando, de alguna manera, la frase repetida en algunos rincones de Cataluña de “volem lladres catalans”, como si lo segundo inhibiera lo primero.

“Lo peor de ser, es dejar de ser” y en el caso de Jordi Pujol no es que él dejara de ser ‘president’ de la Generalitat de Cataluña, “molt honorable” o líder máximo de CiU y CDC, sino que con él, Marta Ferrusola dejó de ser la esposa del todopoderoso hacedor e inmune a la Justicia, así como cada uno de sus siete hijos perdieron su influencia, después de haber compartido, algunos de ellos, testaferros con Rodrigo Rato y otros, en paraísos fiscales.

El gran lunar negro de la gestión política de Pujol fue en lo relativo a sus “hereus”. Hay un dicho en el mundo de la empresa y de la ‘cosa pública’ que afirma que “si quieres saber quién fuiste, mira quién ocupó tu puesto” y sus sucesores en el Palau de la Plaza de Sant Jaume, desde Artur Mas a Quim Torra, pasando por Puigdemont, le habrán enfrentado a una sensación medio amarga en su prurito personal.

Don Jordi cumple noventa años y un grupo de cercanos, familiares y agradecidos de toda condición, se han unido para brindarle el regalo de una web a través de la cual le han hecho llegar mensajes que, a pesar de todo, no lograrán que el hijo de don Florenci rompa su gesto serio, adusto y distante; ni impedirán que tenga añoranza y nostalgia, bañadas en rabia y dolor, de cuando él, solo él, era el poder, el verdadero poder, para gobernar, influir, poner gobiernos en España o dejarlos caer, sabiéndose primus ínter pares, sino rey, sí virrey, a la altura del propio Jefe del Estado, con el cual compartía siempre íntimos almuerzos por Navidad en Baqueira, en el marco de los cuales don Juan Carlos le repetía aquello de “tranquil, Jordi, tranquil”, obteniendo en justa correspondencia y de forma equitativa, éste de aquel lo que pretendía. ¡Qué sabrán éstos de ahora!