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Foodie Love

Fotograma de 'Foodie Love'.

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Siempre que se quiere hablar de una serie de televisión, lo habitual es desarrollar una crítica o análisis de la misma. Pero en esta ocasión, con esta serie española de HBO, voy a hacer una excepción, y lo que voy a escribir es una carta de amor a esta joya y a sus artífices.

Queridos Isabel, Laia y Guillermo:

Lo primero que tengo que explicar es este encabezamiento. En el amor epistolar normalmente suele haber un receptor, pero convendréis conmigo en que el elemento causante de este enamoramiento seriéfilo debe ser compartido. Aquí además de la autora, Isabel Coixet, los dos protagonistas, Laia Costa y Guillermo Pfening, ella y él respectivamente en la serie, trascienden el papel de actores y se constituyen en coautores de un relato indisociable de sus rostros y cuerpos.

Isabel, con una apariencia de comedia ligera y el manido formato chico conoce a chica, compones una pieza magistral. Siguiendo el símil musical, quizás no en el repertorio sinfónico pero si en el de la música de cámara. Todos los que hemos amado, y quizás hayamos sido amados, vemos en algún momento reflejado parte de nosotros mismos en algunas de las situaciones por las que pasan los protagonistas. Has sabido mezclar una estética moderna, urbana y con la comida de fondo, con un relato que evoca ecos de Stanley Donen (“Dos en la carretera”) Leo McCarey (“Tú y yo”) o ese enamorado del amor que era Francois Truffaut, la quietud del paso de tiempo de Godard y un halo de misterio y estética que van de Kieslowski a Wong Kar-Wai.

Cada momento, cada situación que planteas, está llena de hondura y sentimiento, y lo haces con una sensibilidad que desnuda al espectador en un relato sensitivo y profundo que incomoda, divierte, concierne, provoca y sobre todo emociona. Todo ello a pesar de ese punto moderno y juguetón que sugiere su título, pero lleno de profundidad en su resultado. Quizás hubiera sido más pertinente titular la serie, “A los que aman”, pero Isabel, ya se te ocurrió hace años, y autoplagiarse sería un síntoma de decadencia que no resulta pertinente en tu caso.

Querida Laia reconozco que como hombre sería difícil no enamorarse de ella, tu personaje y Guillermo también como hombre es inevitable sentirme cercano ante muchas de las cosas que le suceden y por las que pasa tu personaje, él. Ambos encarnáis papeles que despiertan en el espectador un sentimiento de protección y transmiten vulnerabilidad. Apetece conoceros y casi cuidaros, por esa mezcla de misterio inteligencia, miradas infinitas y conversaciones que con un barniz muchas veces banal, abarcan los grandes temas en la relación entre dos personas, dos seres perdidos como al final lo somos todos.

De ella nunca olvidaré esa lección de que la vida es corta, muy corta. Sobre él, nunca podré dejar de empatizar con el gesto de deseo en ese primer beso que no quieres que se acabe nunca y donde el resto del mundo no existe. Guillermo has creado un moderno Antoine Doinel y tú Laia has viajado a la Nouvelle Vague y te has reencarnado en una Anna Karina milenial.

Ya solo desearos a los dos, que continuéis en la eternidad de la ficción no hecha con esta historia de amor, y que seáis felices, os lo merecéis, creo que podéis serlo el uno con el otro.