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Intercambios estudiantiles bajo la lupa

Youth For Understanding.

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Los intercambios estudiantiles son un recurso interesante para que los jóvenes conozcan otras culturas, practiquen idiomas y amplíen sus horizontes tanto profesionales como humanos. Sin embargo, todo parece indicar que ciertas organizaciones han convertido lo que debiera ser una experiencia inolvidable en un oscuro negocio. En los últimos meses han aparecido en prensa testimonios de familias que han caído en manos de gestores desaprensivos y han perdido su dinero. Y, lo que es más grave, sus hijos e hijas han tenido una experiencia frustrante que puede comprometer su crecimiento personal y académico. 

En agosto de 2017 mi hija fue a Alemania bajo un intercambio estudiantil auspiciado por Youth For Understanding (YFU), una organización internacional con sede en España y muchos años de experiencia facilitando que los jóvenes estudien en el extranjero.

Aunque YFU se autodefine sin afán de lucro, nos pidieron 6.500 euros para costear gastos generales. Nos pareció un precio moderadamente adecuado. Las familias de acogida no cobran, los jóvenes son enviados a institutos públicos y los únicos gastos directos que tiene la organización son los que se derivan del viaje y una breve orientación de tres días en un albergue de la sierra madrileña. Pero, se nos explica y así lo entendimos, que la organización necesita sufragar los gastos de operación y logística con la que garantizan que nuestros hijos tendrán una buena experiencia.

Nuestra primera sospecha de que quizás la gestión no era la más eficaz, surgió con el hecho de que nuestra hija fue enviada a una región alemana a la que llegó con el curso empezado. Se nos explicó que eso no tenía importancia y que era tal el interés que tenía la familia de acogida en nuestra hija, que ese pequeño inconveniente quedaba perfectamente compensado. Era una familia de granjeros y la aldea de 600 personas en que vivían no parecía el mejor sitio para aprender el idioma. Pero según YFU se vincula cuidadosamente el perfil de nuestros hijos con el de las familias de acogida, para buscar el más idóneo. Confiamos.

A los tres meses de estar en Alemania, mi hija fue rechazada por la familia de acogida que tanto interés puso en recibirla. Nadie pudo decirnos que ocurrió ni acusar a nuestra hija de romper ninguna de las normas establecidas por la organización. Ella de pronto se encontró en una casa donde nadie le dirigía la palabra y se la acusaba de no poner ningún interés en aprender el idioma y comunicarse.

Lo peor es que tampoco sintió apoyo por parte de YFU, que se limitó a constatar que la familia gozaba de toda su confianza. Aunque perplejos, aceptamos que se buscara otra familia para no perder el año, aunque ello supusiera cambiar de región y de Colegio. De este modo, renunciamos a la posibilidad de que mi hija aprobara el primero de bachiller en Alemania y nos conformamos con que practicara el alemán.

En la segunda familia la estancia fue muy corta. La persona que acogió a mi hija no dijo la verdad sobre su situación personal (vivía solo y no en pareja) y se dieron una serie de irregularidades que obligaban a que YFU actuara con celeridad para aclarar la situación y garantizar la calidad de la experiencia y, sobre todo, la seguridad de nuestra hija. Pero YFU no habló con esta persona. Le dio largas al asunto y se conformó con hablar con mi hija por teléfono para “asegurarse” de que estaba bien.

Según sus protocolos de actuación, la palabra de una menor de edad era suficiente para alejar cualquier preocupación, aun cuando hubiera indicios, como luego comprobé, de que pudiera estar manipulada por un adulto. Como padre no daba crédito a lo que en cierta ocasión me dijo la directora de YFU España sobre esta situación por la que pasó mi hija de 16 años: “Ella dijo que todo estaba bien. Quizás su hija tenga un problema. No se puede ayudar a quien no se deja ayudar”.

Ante la pasividad de la organización, volé de inmediato a Alemania y sacamos del programa a nuestra hija, sin obtener de YFU ni explicaciones sobre lo sucedido ni apoyo para terminar el año en Alemania. Entendemos que las familias de acogida pueden pasar por dificultades y, puesto que son voluntarias, no podemos exigirles nada más. Pero de YFU esperábamos mayor profesionalidad, transparencia y capacidad para solucionar los problemas que pudieran surgir.

Desde entonces, hemos elevado varias preguntas a YFU internacional, solicitando que se aclare lo que sucedió y pidiendo una disculpa pública. No la hemos obtenido. Según esta organización, cumplieron con su protocolo y no hay más explicaciones que dar. Cosas del directo.

Creo que, desde una conciencia ciudadana que busca el bien común, es importante que estas cosas se conozcan públicamente para que los intercambios estudiantiles dejen de ser pequeños negocios por transparentes, insuficientemente regulados por las autoridades, y brinden un servicio profesional y eficiente como merecen nuestros jóvenes.