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Solo soy yo, una persona con valores

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Solo me conocen en mi casa a la hora de comer, como se suele decir cuando te refieres a alguien que no es famoso. Es mi caso. Pero, por las oportunidades que me ha dado la vida, he tenido la suerte de estar cerca de gente que sí es “famosa”. Unos me defraudaron por egoístas; otros, por egocéntricos; otros, por interesados; algún otro, por menospreciar a gente como yo. Pero todos tienen algo en común: me enseñaron el valor de las palabras lealtad, orgullo y dignidad. Todos ellos… Algunos siguen en mi vida y otros no, pero, por mis vivencias con ellos, me hicieron ver el significado de estas palabras.

Lealtad, porque yo considero que el respeto y la amistad están por encima de cualquier situación y escenario en el que te coloca la vida. No juzgo a ninguno, pero considero que la amistad está para confiar, hablar y explicar las situaciones. Siempre que estés dispuesto a conservar ese amigo o conocido. Pero no se puede pedir lealtad a cualquier precio porque una persona leal te la dará, pero cuando se abusa, esa persona echa mano de su dignidad.

Dignidad, porque creo en los valores. Aunque es verdad que cada uno tiene los suyos, en mi caso, los míos me llevan a ser feliz con mi gente, a ver las cosas muy objetivamente y a dormir bien por las noches. Hace muchos años fui deportista y mis valores me acompañaron siempre. Después de muchos años, tuve la oportunidad de ser concejala y de conocer a muchísima gente. Hoy puedo decir que he rechazado ofertas para sentarme en un sillón público de nuevo. Mi pasión por mi país, mi familia y mi gente me ha llevado a rechazarlo sin dudar ni un momento.

Me gusta mucho la gente y trabajo mucho cada día por hacer la vida de los demás mejor. No cobro por ello, pero soy feliz. De mi entorno, a unos les gusta mi decisión de rechazar sillones si no me convence lo que me proponen. Otros me dicen que soy boba, que, si yo no me siento ahí, se sentará otro.

Orgullo, porque lo más grande que me dieron mis padres al nacer fue la oportunidad de hacerlo en este país. Donde somos trabajadores, donde acogemos a todo el mundo, donde damos calor, donde vivimos en un Estado de Derecho que le costó a mucha gente conseguir (pagando incluso con su propia vida), donde se dan oportunidades, donde se puede llegar a ser lo que cada uno quiera.

Con todo lo escrito hasta ahora no pretendo que piensen que creo ser mejor que los demás. Solo soy yo. Pero sí sé que soy como la mayoría de ciudadanos. Una persona con valores. Me los inculcaron mis padres y yo intento educar a mis hijos con los mismos

Una ciudadana más con lo que yo hoy en día denomino una “tara”, porque, día a día, descubro que las personas que sentimos respeto por el prójimo y respeto por nuestros iguales tenemos esa “tara”: no avasallamos, no nos aprovechamos de los demás, no amenazamos, no vamos con malas intenciones, aunque muchos piensan que si denunciamos sus fechorías somos malas personas. Cuando es lo que todo el mundo debería hacer si es conocedor de infracciones o malos tratos. 

¿Qué ha pasado para que parte de la sociedad te juzgue cuando eres el denunciante y no juzguen a ese maltratador, corrupto o ladrón?

¿Qué ha pasado para que tengamos que ver a políticos con antecedentes en el Congreso de los Diputados con su acta y defendiendo a los terroristas?

¿Qué ha pasado para que las víctimas de atentados terroristas estén relegadas a un segundo plano y que nos digan que, como pasó hace más de veinte años, ya se tiene que olvidar ?

¿Qué ha pasado para que políticos y representantes nuestros, solo por ocupar un sillón, ignoren la situación de otros países que con urgencia necesitan ayuda humanitaria?

Yo no sé qué ha pasado, pero sí sé que necesitamos más lealtad, más dignidad y más orgullo por nuestro país y nuestros valores.