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El arte de pactar

Marin reunido con Antonio Maíllo y Teresa Rodriguez

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La política española adolecía de un exceso de trazo grueso y falta de ingenio diplomático: la “manca finezza”, como la definió Giulio Andreotti. Las carencias en educación democrática y la ausencia de alternativas al bipartidismo PP-PSOE, no ayudaron a mejorar la situación. Sin embargo, desde las elecciones generales de 2015 -con la irrupción de Podemos y Ciudadanos (Cs)-, el bipartidismo ha desaparecido en España y esto se ha completado con la llegada de VOX al parlamento andaluz. En el escenario actual, la perspectiva es que cinco grandes fuerzas políticas de ámbito nacional se repartirán el arco ideológico español, homologándonos a la situación de otros muchos países europeos. En esa coyuntura, quien obtenga el 20% de los votos tendrá un brutal tesoro y quien sepa generar mejores pactos será el socio más apreciado. Y el experimento se ha iniciado en Andalucía.

Las reuniones entre PP y Ciudadanos parecen que están cristalizando en un acuerdo con 21 medidas para el cambio en los 100 primeros días de Gobierno en Andalucía. Sin embargo, desde la noche poselectoral, el foco se puso sobre Cs, criticándose de antemano, desde un lado y otro del espectro mediático, cualquier futurible posicionamiento que tuviera dicho partido. Esto es parte del juego de tertulianos y venta de diarios, pero Cs fue muy claro desde el primer momento: la voluntad política de los andaluces había sido expresada en las urnas y después de 36 años surge un mandato de cambio en el signo del Gobierno de Andalucía.

Ciudadanos es un partido liberal, pero no de un liberalismo romántico del siglo XIX, ni del neoliberalismo de los “tigres del extremo oriente”, sino del liberalismo de siglo XXI basado en las ideas ilustradas de la fuerza de los datos y de la naturaleza humana -en el sentido “pinkeriano” del término-, la preocupación por la desigualdad social (no el igualitarismo socialista) -como el Adam Smith primigenio-, la defensa de los mecanismos de control y regeneración política -en concordancia con los principios de Karl Popper-, la ciencia como motor de la economía y el desarrollo -muy próximo a las ideas de Harari- y el valor de la flexibilidad del diálogo y el pacto frente a los utopías globalizantes -como un “pluralismo ético” horneado por Isaiah Berlin-. Esa ideología resalta la centralidad de Ciudadanos, generando dos vectores opuestos: la capacidad de diálogo a su izquierda (PSOE) y derecha (PP), con las expectativas de mayor flexibilidad a la hora de gobernar y con la derivada de nutrirse electoralmente de ambos flancos, y por el contrario que cualquier decisión que tome en su orientación será duramente criticada en el otro lado. 

Nuestra cultura democrática es más dada al tremendismo sectarista que a las sutilezas, por lo que se impone que Cs realice una labor pedagógica y de comunicación inteligente, si no quiere verse desangrado por la trituradora de la compulsión emocional frente a la serena reflexión. Esa es la base estratégica que diferencia a Ciudadanos de los planteamientos populistas: reforzar el papel de la razón, la verdad y el diálogo para afrontar problemas complejos frente a las respuestas simples y “mágicas” guiadas por la visceralidad emocional. El Premio Nobel de Economía, Daniel Kahneman, ya lo desarrolló en su libro “Pensar rápido, pensar despacio”: el pensamiento rápido, automático, emocional, subconsciente y estereotipado versus el pensamiento lento, con esfuerzo, lógico, consciente y calculador; el resultado es que el primero suele conducir a errores en la toma de decisiones.

En este sentido son ilustrativas las reacciones que se produjeron cuando Cs anunció que propondría a Juan Marín para la Presidencia de Andalucía y, aunque ya no es una línea roja, ha servido para evidenciar algunas contradicciones. Por ejemplo, el PP no puede seguir con el mantra del gobierno para la lista más votada (eso supondría que repetiría Susana Díaz) y siendo verdad que tiene más diputados y votos que Cs, la diferencia de 5 diputados y 89.644 votos está en el rango de la desviación estándar: es decir, la realidad estadística refleja un empate técnico PP-Cs, con la salvedad que el PP ha perdido 314.893 votos y 7 diputados, mientras que Cs ha ganado 290.643 votos y 12 diputados respecto de las elecciones de 2015. Estos matices, escapan al pensamiento rápido y más aún si se considera, como también escribía Kahneman, que al cerebro humano le cuesta entender la estadística y se producen sesgos cognitivos como llegar a conclusiones precipitadas o exagerar el efecto de las primeras impresiones.   

La tarea de Ciudadanos es hercúlea, pues como resalta la filósofa Adela Cortina en 'El Cultural': “La política se ha convertido en el reino de la agresión moralista, no de la construcción del bien común”, y este rescatar el bien común es la base de toda la acción política de Cs y de su aportación histórica en devolver la dignidad al “arte de pactar”.