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Corral de comedias

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Tal como está el plantel de actores que nos representan en el Congreso de los Diputados creo que se está desaprovechando el enorme talento que sus señorías atesoran. Bueno estaría convertir el palacio de la Carrera de San Jerónimo en un nuevo corral de comedias como lo fuera por ejemplo aquél de la Pacheca. Sería como volver al Siglo de Oro. La España profunda atraviesa un momento de esplendor y en nada que pusieran taquillas para que el espectador  pudiera presenciar las representaciones de nuestros personajes públicos, a buen seguro que el pueblo llano ganaría en ánimos.

La comedia burlesca con sus sonetos, epigramas o parodias que interpretan sus señorías no es un alarde de improvisación. Son tantas las extravagancias, las hipérboles y los disparates que emanan de los actores que estamos ante un elenco capaz de superar el género esperpéntico de nuestros insignes maestros. Como decía Valle-Inclán: “Hacen del humor esa espada de dos filos que lo mismo mata a los hombres que a las instituciones”. O sea, una gracia que convierte a los actores en polichinelas tanto al servicio de la maldad como del ridículo.   

Los que nos representan en el hemiciclo no reparan en desatinos, de tal manera que cuando no escupen, insultan o hacen añicos ciertos pasajes de nuestra historia. Es lo que viene a conocerse como histriones de la ignorancia y la mala crianza. No son todos, claro está, pero sí los más sobresalientes en su papel de actores principales. Y todo esto es fruto de los nuevos hervores de una cocina que ha perdido los sabores de antaño. Hoy comer del puchero de toda la vida es ser facha. Ser correcto, también lo es. Buena persona, ni les cuento. De manera que lo único que nos queda es llevarse la silla de espadaña y ver la función en el  corral de la Pacheca, conocido por igual y a día  de hoy como corrala de los Diputados. 

Una cosa es el debate jocoso y otra comportarse como gentes de moco suelto. Señorías que enarbolan formas sin guardarlas, no hacen otra que crear escuelas de seguimiento, pues del ejemplo de los de arriba viene la virtud de copiar por los de abajo. Y en ello estamos los que pagamos a sus señorías sus salarios y canonjías, que no sabemos bien de qué gozo recrearnos, sí del que uno es facha por decreto o  también lo eres por aquello de ser español y de España de nacimiento. Cuando algunos parlamentarios, por cierto, necesitados de estropajo en boca sueltan los exabruptos, esputos y otras cuestiones de ásperos entendimientos que atentan al buen gusto de la comedia, no cabe otra que dejar bien claro que la risa ennoblecida es cosa bien diferente. Recordar a sus señorías que el excusado está para hacer uso en la suelta de bilis, mala baba, así como la expulsión de otros nudos de los adentros, no en vano las letrinas o mingitorios, instalados en el Congreso, también están para  el servicio de aliviadero para casos extremos. La Cámara, el hemiciclo y los escaños son parte del decorado y si los representantes públicos gustan de jugar al desprecio allá ellos, pero no con nuestro dinero.  

Y puesto que estamos de buena sátira y mejor cabreo, les invito a uno de esos epigramas para que sirva de ejemplo. Me otorgo esta autoría como tributo en prosa que a modo de repaso dedico como elegía por ser el momento y día. Lo que falta y sobra en España: “Faltan probos Regidores / faltan tribunos de buen oficio / falta  respeto a quienes saben y sobra favoritismo. Falta  verdad y mejor trato / faltan licenciados doctores / falta un gobierno barato y sobran muchos gorrones. / Falta de la patria amantes / falta lealtad y compromisos / faltan  virtudes morales y sobran los separatismos / falta tenerlos bien puestos / falta dejar de ver la Constitución desde la barrera/falta saltar al ruedo y sobran quienes se limpian  con nuestra bandera. Faltan ayudas asistenciales, mejores pensiones y subvenciones / falta protección al ciudadano y sobran instituciones. Falta que sus señorías renuncien a tantos sueldos, dietas y ganancias a destajo / falta una ley integral sobre el maltrato / falta educar en las aulas / falta justicia bien impartida y sobran sentencias de improcedentes acatos.

En resumen, queridos lectores, que para ir a mejores, falta lo necesario y sobra lo innecesario.