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El lunar de un Gobierno prometedor

Huerta, junto Íñigo Méndez de Vigo, durante la ceremonia del traspaso de carteras.

Huerta, junto Íñigo Méndez de Vigo, durante la ceremonia del traspaso de carteras. Efe

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A las pocas horas de prometer el cargo de presidente del Gobierno de España por parte de Pedro Sánchez, empezó el goteo de nombres de su gabinete, concitando una curiosa aceptación general con cada uno de ellos, desde el criterio y la sobriedad constitucionalista de Josep Borrell, al innegable interés con que fue acogido Pedro Duque, pasando por el reconocimiento a Margarita Robles o Fernando Grande Marlaska,  el mérito de Nadia Calviño o Luis Planas y las experiencias ya acreditadas de Meritxell Batet, María Jesús Delgado e Isabel Celaá, entre otros.



El nuevo presidente del Gobierno anunció su deseo de componer, lo que idealmente llamó como el “Gobierno de los mejores”, aún con las lógicas señas de identidad del partido político que le sustenta y la idea de sociedad cuyos principios defiende; y con las lógicas precauciones y legitimas opiniones en contra, se ha aproximado bastante a ello; con un matiz a la contra más que notable, que representa el nuevo ministro de Cultura y Deporte, Màxim Huerta, que no parece responder a los méritos acreditados por todos sus compañeros de consejo de ministros, habiendo generado la sorpresa general en todos los ámbitos, empezando por el propio protagonista, al recibir la propuesta.



La iniciativa de recuperar un ministerio de Cultura y Deporte es acertada, pero el responsable puesto a su frente ni acredita la experiencia de gestión necesaria, ni es un referente en los dos ámbitos de su ministerio, más allá de las opiniones que ha hecho públicas vía twitter. Si el perfil del Sr. Huerta es adecuado para encabezar ese ministerio, una gran mayoría de españoles podría haber sido objeto de la misma llamada realizada por el Sr. Sánchez.



Se ha deslizado que hubo algunos otros candidatos, hasta tres, que rechazaron el ministerio propuesto por el presidente y que ante la urgencia de acudir al Palacio de la Zarzuela a presentar la composición de su Gobierno al Rey, optó por la opción de Màxim Huerta, que de ser cierto, sería una nueva prueba de como se suele imponer lo urgente sobre lo importante.


Si por algo es reconocida España como país, es por su cultura, cuna de Cervantes, Quevedo, Unamuno, Valle-Inclán o Lorca, de Velázquez, Dalí o Picasso y también de los contemporáneos Pedro Almodovar, Antonio López o Miguel del Arco; sin olvidar que otra gran señal de la marca España es el deporte gracias a los éxitos que han coronado el esfuerzo y la constancia de ejemplos como Rafael Nadal, Marc Marquez, Pau Gasol o Miguel Induráin, y un ministro de Deporte que ha presumido de no gustarle, ni practicarlo en cualquiera de sus actividades y disciplinas, supone un alarde bastante innecesario, por no decir que perfectamente prescindible. 


Los libros escritos por Màxim Huerta y sus trabajos televisivos, o viceversa,  no le otorgan el perfil de mérito que sí tienen sus compañeros en el consejo de ministros y la excepcionalidad sobre ello le hace ser el lunar en un Gobierno prometedor; ahora es el tiempo de los hechos, para unos y otros.