Opinión

Las batallas de la ministra Cospedal

La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, en una imagen de archivo.

La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, en una imagen de archivo.

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En plena era de la posverdad y de los ciberataques apetece refugiarse en la plácida lectura de un libro, al menos así tendremos la capacidad de elegir lo que leemos y el tiempo suficiente para contrastar la información obtenida. Con este exclusivo propósito y aprovechando que Ana nos recluía en casa con el temporal, retomé la lectura de uno de los libros más antiguos que se hayan escrito sobre tácticas militares, El arte de la guerra de Sun Tzu, escrito hacia el último tercio del siglo IV a.C. Desde entonces, sus enseñanzas han sido aplicadas a la guerra, a la economía y a la resolución de conflictos; siguiendo el planteamiento central de la obra que es el poder vencer sin llegar a la batalla.

Pero como decíamos, ahora las batallas se libran en internet y las noticias corren como la pólvora. Precisamente en uno y otro campo de batalla hemos encontrado a la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal al conocer que sufrió una broma por parte de dos cómicos rusos quienes se hicieron pasar por miembros del Gobierno de Letonia, concretamente del Ministerio de Defensa letón para informarle que el expresidente Carles Puigdemont era un espía ruso apodado Cipollino. No quiero imaginar las carcajadas de los rusos sabedores que Cipollino es el personaje de un cuento italiano muy famoso, en la extinta Unión Soviética, que luchaba contra el trato injusto de la realeza. El ingenio, al menos hay que reconocérselo.

Menos ingeniosas han resultado las amenazas vertidas por un civil, desde un tanque de combate Leopard a Carles Puigdemont y a Pablo Iglesias, terminando las mismas con uno de los lemas franquistas que no me apetece reproducir y que no generan hilaridad sino más bien añaden un poco de yesca a este corral de tragicomedias en el que entre unos y otros hemos convertido a España.

Eso sí, si me dieran a elegir, preferiría un crucero en el Juan Sebastián Elcano en vez de una vuelta en un tanque por una base militar, por aquello de ir a juego con la bufanda Burberry.