Opinión

El ser simbólico

Vista general de la asamblea de la CUP

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Según el filósofo Jakob von Uexküll, las experiencias, y por lo tanto, las realidades, de dos organismos diferentes son inconmensurables entre sí. De tal manera que en el mundo de una mosca, encontramos sólo "cosas de mosca" y en el mundo de un erizo de mar encontramos sólo "cosas de erizo de mar". Partiendo de esta reflexión yo añadiría que en el mundo de un insurrecto o agitador, encontraremos solo “cosas de insurrecto o agitador”.

Ya sé que detrás de una apariencia puede existir una no realidad. A veces sí, y a veces no. Ya sé también que la justicia no siempre es tan equitativa cuando las personas hacen de la palabra una herramienta tan eficaz como para darle la vuelta al significado de los hechos y por ende a veces sus señorías dictan una sentencia en favor o en contra del doble valor de lo acontecido. De ahí que lo simbólico es lo que viene a representar, según qué cosa y en qué lugar.

La señora Carme Forcadell dejó claro ante el juez que la declaración de independencia de Cataluña fue algo simbólico. Pues eso, una noche en el rincón de pensar y sea usted buena que la próxima vez me copiará 155 veces la Constitución Española y nada de salir al recreo. “Sí Señoría, lo prometo”.  Y la cosa no fue a mayores.

Creo en la justicia y la respeto, faltaría más, pero uno se queda con serias dudas del equitativo reparto de dones que a veces se sustancia por las vías procesales a la hora de dictar sentencia. Veamos, una madre sustrae mediante hurto un pollo asado de un establecimiento comercial para dar de comer a sus hijos, es decir,  lo que se conoce como un hurto famélico, pues a buen seguro que le cae la del pulpo con riesgo incluso de perder la custodia de sus hijos. Aunque visto lo visto y una vez comido el pollo se puede argumentar ante el juez de turno el haberlo hecho de manera simbólica. A lo mejor también cuela. ¿Ustedes creen que existiría igualdad en el ordenamiento de sentencia?

Bueno a lo que iba, el ser humano ha sido definido por ciertos filósofos como un animal simbólico. La definición no puede ser más certera, pues uno de los rasgos que lo definen y le diferencian del resto de los animales es su capacidad de simbolización, que empieza con el lenguaje y culmina con la programación  de las relaciones personales  con el mundo y las cosas. De esta manera, y con el paso del tiempo, lo simbólico acaba por implementar en ciertas capas de la sociedad la razón discursiva que emana de quienes se encargan de aportar a diario y de manera quirúrgica principios antropológicos en formato de pensamiento único. O sea, simbolizar el espíritu independentista como terapia social.

La palabra símbolo proviene del verbo griego symballein, que, en su forma transitiva, significa poner en común, reunir, intercambiar y, en su forma intransitiva, encontrarse, juntarse. De manera que unos pocos en prisión, otros en la eludible, algunos de turismo por Bruselas y los demás haciendo encaje de bolillos, pero en definitiva siguen en la misma onda. Verán que todo este argumento viene a encajar, sin necesidad de calzador, y que la cosa en Cataluña no se desinfla. De manera que la levedad de actos esgrimidos por la señora Forcadell ante el juez no es precisamente el arrepentimiento de su odio  hacia España, sino una manera de eludir la ubicuidad ideológica: “acato el artículo 155”, pero eso sí, “ni flick ni flock, yo nunca pierdo, si te he visto no me acuerdo” que suele cantar Joaquín Sabina.

Y como ella otros tantos que han visto a través de la mirilla la manera de escurrir el bulto ante tanto blandiblú casero a la hora de aplicar correctivos hacia quienes a día de hoy pasean sus palmitos en idénticas o parecidas formaciones políticas, y lo peor de todo, no quedan inhabilitados para el 21-D y además continúan cobrando del erario público sus ostentosos emolumentos, mientras el esponjoso ciudadano que todo lo absorbe mira como su pensión o  salario también es simbólico. En fin, cosas de quienes hacen la revolución y les sale a precio de ganga. Así cualquiera.