País Vasco

La casa de mi padre

Un pelotari celebra un punto

Un pelotari celebra un punto

Los egresados de 6º de bachillerato del Colegio de los Salesianos de Barakaldo en el curso 1972-1973 somos un puñado, mejor ramillete, de buena gente. Los más inquietos dieron en pensar hace casi diez años en lo bien que estaría reunirnos de vez en cuando para compartir lo que somos y, sobre todo, lo que fuimos. Ahí va la reflexión que me brota hoy después del último encuentro que tuvimos el sábado 10 de junio, a ellos enviada.

Anoche llegué a mi casa de Madrid concluyendo el viaje a la vuestra allí en Barakaldo,  que por lo que sigue comprenderéis por qué siento que también es la casa de mi padre.

Apenas me dio tiempo a ver el segundo tiempo del Macedonia-España, valedero para la clasificación del Mundial de 2018, y cenar rápido para, yo que soy tan poco televidente, ponerme a ver en TVE La casa de mi Padre una película de Gorka Merchán de la que su argumento llamó mi atención y cuya contemplación retuvo el interés hasta su final.

Ahí sigue el enlace de su anuncio para el programa Versión Española de La 2, del que extraigo la sinopsis: Txomin Garay, empresario amenazado por ETA y en su juventud un fino pelotari, vuelve a su pueblo después de 10 años exiliado en Argentina. El principal motivo del viaje de Txomin, en el que le acompañan su mujer Blanca y su única hija, Sara, es que su hermano Koldo, concejal abertzale y con el que hace años que no se habla, se está muriendo. Koldo, apartada ya su larga enemistad con Txomin por las extremas diferencias entre ambos, le encarga una delicada tarea: reencauzar a su hijo adolescente Gaizka, un pelotari prometedor pero que tontea con la kale borroka, y que no termina de centrarse en el juego. Eso y poco más pero en ambiente dramático es la película.

Voy a hacer un apunte sobre mí, sobre por qué me prendió la película y sobre por qué me agrada compartirlo con mis compañeros de colegio.

Yo me sentía algo Txomin por el derrotero que tuve que dar a mi vida hace muchos más años que los diez que le costaron de Txomin (aunque él debió alargarlos al menos tanto como los míos). Hasta que hace tres, Ismael, Moisés, Esteban e Iñaki, los fantásticos compañeros que nos aglutinan en los encuentros  -para los más afortunados de vosotros ya cuatro, para mí solo dos-,  contactaron conmigo y me invitaron a unirme al grupo. Volví a la casa de mi padre con grandes dosis de ilusión por lo que esperaba y alguna de recelo por lo que temía encontrar. Era 2014, cuarenta años después de haber cortado el cordón con vosotros. Con muchos de vosotros mi relación había sido la de mero compañero de colegio, con otros también de amistad. A algunos, los menos,  reconocí con poco esfuerzo, a otros ni con mucho, de bastante no recordaba los nombres. Pero fue fantástico, se superó con creces lo que esperaba y ni asomo de lo que recelaba.

Por eso cuando se repitió la convocatoria para volver a reunirnos este sábado 10 de junio, me faltó tiempo para procurar que nada impidiera mi desplazamiento. El resultado ha sido tan memorable como en la anterior ocasión. Faltaron algunos que estuvieron en ella pero vinieron otros en primera concurrencia para mí. Y la nueva visita a la casa de mi padre fue más satisfactoria aún que la anterior, con ninguno de los tintes negros de la película.

En ella hay una escena en la que un personaje dice que en Euskadi cuando se habla alto es para hacerlo de las hazañas o vicisitudes de la Real Sociedad o del Athletic y que de política se habla en voz baja. Algo así me pareció la primera vez en 2014 y como no podíamos hablar en voz baja no se habló de política. Bueno, con uno  -que si me lee sabrá que a él me refiero-  sí algún breve comentario en bajísima voz. Sin que fuera para tirar cohetes, el sábado algo noté la mejora y, aunque con brevedad, algo se habló en voz normal sobre política y hasta algún posible émulo de Gaizka   -también él podrá reconocerse en mi percepción-  demostró a las claras que esa fase había quedado bien atrás. Otra alegría a añadir las apuntadas antes.

En definitiva amigos, compañeros de los Salesianos de Barakaldo; vosotros sois la casa de mi padre y si para la Sara de la película volver a ella es una obligación, para mí siempre será una satisfacción. Es lo que hemos avanzado desde 2008  (el año de la peli)  hasta este de 2017.

Abrazo para todos, incluidos los que no pudieron o no quisieron concurrir.