MUJER Y VIDA

El negocio de arrepentirse de la maternidad

Una madre con un bebé en una imagen de archivo.

Una madre con un bebé en una imagen de archivo.

  1. Opinión

Soy mujer. Tengo 30 años. Soy madre desde hace casi dos. Soy médico y ejerzo mi profesión. Hace unos días leí por primera vez sobre Corinne Maier y nunca antes había escuchado hablar sobre ella. Después del estupor inicial empecé a digerir el texto y analizarlo cuidadosamente. Lo cierto es que desde mi posición actual, el hecho de que sea una de las “100 mujeres del año” para la BBC o “la heroína de la contra-cultura” según el New York Times me produce cierta tristeza. Estoy convencida de que no se arrepiente ni un ápice de su maternidad ya que si no hubiera sido madre y ahora se quejara de ello no tendría ninguno de esos “honores” ahora mismo. No sé cómo se lo tomarán sus hijos.

Como mujer de ciencias que soy me cuesta mucho entender el negacionismo de la biología humana, que no difiere mucho de la biología de cualquier ser vivo. Aquello que nos enseñaron en el colegio de que un ser vivo se caracteriza por el ciclo de nace, crece, se reproduce y muere se cumple en el 100% de los seres vivos de nuestro planeta. De no cumplirse, esa especie estará abocada a la extinción más pronto que tarde. Por tanto, lo natural en cualquier hombre o mujer de este mundo pero muy especialmente en la mujer por el papel que la biología ha reservado a las hembras en esto de la reproducción, es que tarde o temprano tenga instinto de perpetuar la especie.

También es cierto y mi formación en la medicina así me lo ha enseñado, que el ser humano tiene una característica diferencial con cualquier otro animal que haya habitado antes la Tierra. Tenemos capacidades cognitivas muy superiores y entre ellas la capacidad de tomar decisiones y reflexionar acerca de ellas. Eso nos permite negar nuestra propia naturaleza y decidir no tener hijos o no comer carne a pesar de que somos una especie omnívora. Y me parece totalmente respetable. Lo que no me parece tan respetable es culpar a la sociedad y sus presiones de las decisiones que tomamos. Normalmente lo hacemos cuando nos parecen equivocadas. Cuando nos parecen correctas nos atribuimos todo el mérito.

La maternidad no es fácil, ni es un camino de rosas y mariposas revoloteando a tu alrededor todo el día. Tampoco es glamurosa. Te cambia la vida para siempre. Pero yo no tengo dudas. Siempre quise ser madre joven y afortunadamente mi marido estaba de acuerdo conmigo. Y no he encontrado nada comparable en esta vida a la experiencia de ser madre. Tampoco nada que requiera mayor responsabilidad y convencimiento.

Cuando me quedé embarazada y lo comuniqué a mis compañeros de trabajo recuerdo especialmente las reacciones de dos compañeros. Uno de ellos, uno de mis maestros en la medicina, me dio la enhorabuena y me dijo que no se me olvidara nunca que iba a ser una madre que además se dedicaba a la medicina. Otro compañero me dio la enhorabuena y justo después me dijo que disfrutara durante el embarazo porque después se acabaría mi vida. Esa reacción me dejó impactada y en cierto modo preocupada.

Puedo decir que desde que nació mi hija soy más feliz de lo que ya era antes de que llegara. Mi vida ha cambiado, por supuesto, pero no me pesa. Intentamos llevarla con nosotros siempre que podemos ya sea de viaje o a cenar con los amigos. De vez en cuando intentamos tener un rato para nosotros y disfrutar de nuestra relación, que ha seguido creciendo y mejorando después de la paternidad. Hemos tenido altibajos, momentos de crisis, de perder la paciencia o de enfadarnos con nosotros mismos o entre nosotros. Pero no creo que una pareja sin hijos carezca de los problemas típicos de la pareja. Nuestras preocupaciones han cambiado, nuestras prioridades también. El estar permanentemente preocupados por nuestra hija no nos impide disfrutar de ella. Tampoco nos ha impedido desarrollarnos profesionalmente y seguir creciendo en este ámbito.

Durante estos casi dos años de maternidad he comprendido que mi hija se porta lo mejor que puede en cada momento. ¿Se aburre a veces? Sí. ¿En ocasiones llora y yo no sé lo que le ocurre? Sí. ¿Me desobedece a ratos? También. Pero también he entendido que cuando yo estoy nerviosa, estresada o enfadada ella está nerviosa, estresada y enfadada. Cuando le presto la atención que necesita y trato con ella con paciencia y cariño, está contenta, me suele obedecer y me devuelve todo ese cariño. Los niños no dejan de ser un reflejo de los padres, estoy convencida de ello.

Si no quieres dejar de ir a un museo o a ver la última película de Haneke cuando te apetezca no tengas hijos. Si no te apetece limpiar mocos y otras cosas, tener sueño a las nueve de la noche, perder la paciencia de vez en cuando o viajar como si estuvieras haciendo una mudanza, no tengas hijos.

Si lo que quieres es vivir tu vida sin ataduras ni responsabilidad sobre otras personas que dependan directa y exclusivamente de ti no tengas hijos. Pero no culpes a la sociedad de tomar decisiones equivocadas. Tampoco culpes a los niños que no han pedido venir al mundo. No he conocido aún a nadie que haya nacido adulto.