Voto directo o indirecto

Por Ramón Villota Coullaut

En principio parece más democrático el voto directo, el referéndum, porque cada persona elige libremente sobre determinada cuestión. Pero con el brexit hemos visto los problemas de ese ejercicio democrático, cuando la elección indirecta, vía parlamentaria, de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, también era posible. Y no es menos democrático un sistema de decisión u otro.

El voto indirecto o parlamentario da a nuestros representantes el poder que les hemos otorgado en las elecciones, un poder limitado electoralmente por las próximas elecciones, pero también por el sistema de partidos y por las influencias externas al parlamentario o a su partido político. Es decir, le dejamos a nuestro representante que gestione nuestro voto, nuestras preferencias electorales, a sabiendas de que no podemos coincidir con nuestro representante en todo, pero que en atención a su mayor conocimiento e integridad personal tiene el derecho a gestionar nuestro voto hasta las siguientes elecciones.

En cambio, en el sistema directo, el referéndum implica la votación de todo el censo electoral para las diferentes cuestiones planteadas. Como es evidente, en las sociedades actuales este sistema sólo se puede utilizar en pocas ocasiones, ya que el referéndum en sí implica un trabajo de pedagogía que debe incluir a todos los votantes sobre la cuestión planeada, lo que puede tener un mayor o menor éxito.

Y aquí está el problema principal del voto directo, el que el populismo y la respuesta fácil puede desaconsejar este sistema, mientras que en el voto indirecto las mayores dosis de pragmatismo delos representados hacen que el voto sea más cerebral. Por tanto, el voto indirecto puede ser más influenciable por cuestiones no relacionadas con el espíritu democrático, pero esto no puede hacernos caer en el voto directo como la mejor solución a todos nuestros problemas.

Quizás una vía intermedia sería la mejor, con normas claras sobre las mayorías de electores reales y sus preferencias como el que si hay una situación de total divergencia entre lo querido por los parlamentarios y por los electores deba buscarse una solución retardada o intermedia, puesto que sobre un tema tan principal como en el brexit la distinción entre los votantes británicos y sus representantes nos ha demostrado de una forma clara que los políticos se han convertido en burócratas, pero que la sociedad no puede elegir sólo basada en el sentimiento y olvidarse que en la complejidad de las relaciones, tanto humanas como sociales, no siempre se ha de hacer lo que se quiere, pero siempre se ha de hacer lo que se debe.